Ex admirationem, el ceramista Eduardo Segovia estremece al mundo artístico de la localidad al denunciar con acritud que Boris Ordóñez Petroff apropióse de una invitación que la Bienal de Trujillo hízole exclusivamente a Segovia para participar en el certamen. Según el denunciante, víctima de insólita e infame abulencia, «Ordóñez adueñóse del control de la Bienal manejando todo según su conveniencia» in iniquitatis mysterium.
Y el síncope del veterano orfebre provoca escalofrío a maximis cuando Segovia asevera en la denuncia: «Acepté dicha invitación con entusiasmo, pero cometí un error al compartir la información con el señor Boris Ordóñez, quien supuestamente era mi amigo… En última instancia fui excluido del grupo de artistas y, debido a ello, no pude viajar ni exponer mi trabajo». Terribilis, si hemos de considerar que, efectivamente, parecían amigos siameses, mas a Ordóñez cayósele la careta de la falsía desnudándose en su vera effigies como un traidor ante el ceramista. Horribilis ad nauseam, cuando la experiencia nos confirma que nada hay más asqueroso en la vida que la traición de un amigo que creíase un alter ego. Así dice Segovia compungido ante la felonía del falso pastor evangélico Ordóñez.
Y con el intenso dolor que inficiona a su atribulada alma Segovia ha confesado ante sus amigos artistas: «antes de la existencia de la Galería OFF Ordóñez me seguía en todo y a todo lado buscando que a través mío fuera abriéndose campo entre mis amistades del mundo artístico para darse a conocer como un pintor tardío abriéndose espacio al usufructuar de todas mis invitaciones para llevar su obra dentro y fuera del país». Segovia concluye así, dicen sus amigos artistas, con una lapidaria frase en medio de un rictus de desprecio y desolación in calamitatis aspectibus: «Ordóñez solo me ha utilizado en la vida».
Segovia adiciona a su pública denuncia otras acusaciones: que Ordóñez ha censurado la obra de Janneth Mendez en la galería OFF, que la Galería OFF, de propiedad de Ordóñez, ha recibido varios auspicios y avales de la Bienal de Cuenca en un escándalo que el ceramista califica de «conflicto de intereses», concluyendo el altisonante manifiesto con las siguientes expresiones que copiámoslas de verbo ad verbum: «Estos antecedentes dejan en claro un patrón de conducta cuestionable por parte de Boris Ordóñez y Hernán Pacurucu quienes han utilizado sus posiciones de poder para beneficiar sus propios intereses en detrimento de los artistas y la comunidad cultural».
Juan Zamora, reconocido profesor de arte, hijo del recordado Tronco Zamora o Joaquín Zamora, amigo de Efraín Jara Idrovo, reconoce que todo este impío accionar de Ordóñez no le es extraño para nada puesto que cuestiona siempre al falso pastor evangélico que créese el Miguel Ángel de las artes cuencanas. Zamora afirma siempre que el modus actuandi de Ordóñez no es nada sorprendente «si siempre ha vivido de la falsía, la doblez, la hipocresía y la perfidia».
Mas lo pesaroso de todo este galimatías es el dolor y la aflicción que el cariacontecido Segovia siente ante la triste realidad de la vida por la que corrobórase que la amistad falsaria un día descúbrese en estrepitosa manifestación de que la hipocresía, al utilizar a los amigos como objetos descartables que cuando ya no sirven deséchanlos, es el común denominador de la conducta de Ordóñez frente al veterano ceramista que nunca esperó que previo a su retorno a la casa del Padre, in articolo mortis, habría de saborear el trago amargo de la traición y la felonía in iniquitatis via, quosque habemus alta traditio, ingratitudo et super omnia infidelitas semper maledicta sub specie aeternitatis.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, apud flumina Tomebamba, mensis ianuarii, die tertius supra decimus, octava solemnitate Epiphaniae Domini, in Anno Salutis Nostrae MMXXV