sábado, 2 de noviembre de 2019

EL BARRANCO: UN RINCÓN NATURAL IN VERITATIS SPLENDOR




In natura nostra, super flumina Tomebamba, un rarísimo rincón citadino formado por la verde fronda de un molle constituye un mágico recoveco casi inadvertido para todos quienes caminan en el sector de «El Barranco», en el tramo comprendido entre la pasarela de la Universidad de Cuenca y el puente de El Centenario. Solo un acucioso observador in naturalis ordinis puédese sorprender ipso facto, en grado superlativo, cuando complacido descúbrelo para su grata admiración y deleite.




Ex admirationem, lo primero que llámanos la atención en este referencial punto de escape es la escalinata de cemento que enhiéstase desde el paseo «3 de Noviembre» hacia algunas de las casas colgantes de «El Barranco». Sobre este elemento, ni bien asciéndese contémplase un negro y grueso tronco de un molle que erígese como un natural puente que yérguese ad arbitrium, a sus anchas, sobre las encementadas gradas de la mentada escalinata.



Mirando en perspectiva percíbese entonces el inusual crecimiento de un espécimen arbóreo de la flora tomebambina. Trátase de un árbol de la especie «Schinus molle» que en las últimas tres décadas hizo de este especial lugar tomebambino un acogedor sitio donde su presencia déjanos atónitos o nefelibatos a todos los viandantes y circunstantes que caminamos debajo de su fronda.




Quid pro quo, el insólito rincón encuéntrase como una serendipia de insospechado descubrimiento cuando camínase por la encementada escalerilla en cuyo centro despliégase a sus anchas el tronco del molle. Al parecer, la especie vegetal negóse a crecer ordenadamente y su tronco bifurcóse desde la base en el instante mismo en que, siendo pequeño, adaptábase al sitio donde emplazóse como si hubiérase encaprichado lúdicamente cual indisciplinado infante que inveteradamente adquiere un defecto que niégase a enmendar in via libertatis.




Así pues, el tronco extendióse horizontalmente in extenso para formar un puente natural de curiosa facha que por su estrafalaria composición es como si fuese de veras una rara avis in terra. El sui generis arco vegetal produce una refrescante sombra sobre el paseo «3 de Noviembre» y configura un inaudito paisaje que encandila el alma de quien es capaz de observarlo, ex admirationem, con ánimo contemplativo.


Cuando el paseante acércase al puente natural formado por el tronco del molle percibe a plenitud tanto la umbrosa presencia del árbol como el espectacular arco que contornea la escalinata y el adyacente sendero que cruza en el paseo «Tres de Noviembre» apud flumina Tomebamba/ sobre el río Tomebamba.




Ut supra, desde la parte superior de la escalinata el espectáculo no deja de ser sorprendente pues el colorido verde agua de las rutilantes hojas del molle, que copiosas sobreabundan en sus ramas, vuélvese placentero para contemplarlo junto a la verde fronda de un sauce de la especie Salix albis, con el cuál piérdese en amigable simbiosis o en fraternal compañía produciendo una boscosa atmósfera que enmárcase en cualquier imagen como un tupido entramado de verde esperanza haciéndonos proferir poéticamente las ideas de García Lorca cuando creó los versos de su inmortal obra intitulada «Yerma»: «Verde que te quiero verde/ verde viento verdes ramas…».




Mas si la mirada del espectador dirígese hacia su diestra, desde el mismo punto superior de la escalinata, el frondoso follaje del molle confúndese también con la fronda verde azulada de un álamo blanco, de la especie Populus alba, el verde oscuro de un nogal americano, de la especie Juglans neotropica, y el verde claro de los sauces blancos, de la especie Salix humboldtiana, denotando la vida plena que evoca el natural espacio tomebambino para la contemplación de sensibles espíritus que caminan por la zona in honorem libertatis. Así, el juego de verdes conjuga un cromático espectro donde la armonía del color resalta refulgente -a ojos vista- en un lúdico juego que refocílanos de profundis in anima nostra.




La vista del puente natural creado por el indisciplinado árbol es, desde toda perspectiva, motivo de singular encanto al descender por la escalinata, ora por el intenso color de la natura, ora por la vivificante espesura del follaje arbóreo que en cendales se derrama, donde descúbrese el hogar pasajero y el preciso mirador de cantarinas aves como el mirlo, el jilguero, el gorrión americano o las palomas mensajeras que han descubiértolo también como un agradable sitio para descansar en sus agitados y trepidantes vuelos. Y si acércase la hora del crepúsculo o amanecemos con el alba escúchase también en este curioso rincón cuencano un concierto de pájaros cantores que hacen de la Cuenca de los Andes una cantarina urbe ad gloriam Domini.




Ad concludendi, huelga decir que el ambiente global del peculiar rincón natural que ha sido objeto de este análisis confronta en el verdoso espacio, a la distancia, a varios ejemplares de sauces reales o sauces blancos que obsérvanse en lontananza, en la ribera contrapuesta del Tomebamba, enmarcándonos un paisaje por el que adviértese el sino y signo paradisíaco de Cuenca, «la ciudad cargada de alma», pulcherrima in patria aequatorianae, amata semper inter nos sed intemerata ómnibus nobis in grata memoria et affectio originalis.

Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, super flumina Tomebamba, currentis Anno Domini MMXIX, mensis novembris, die III, XXXI Dominica per annum.
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COMENTARIOS CIUDADANOS

Jorge Suarez 
Para:DIEGO DEMETRIO ORELLANA
3 nov. a las 20:03
Poético.

Digno de guardarse.

Saludos y un ¡Viva Cuenca!

Jorge
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