Riddendo semper in culturalis aspectibus/ Riendo siempre en
aspectos culturales, con motivo de la entrega
de la obra pictórica intitulada «La Crucifixión» al Museo Catedral Vieja de Cuenca
del Ecuador circula en la urbe una publicación intitulada: «Nicolás
& Rafael Vivar: vida y pasión por la pintura», cuyos textos
concebidos como un ensayo de crítica de arte son mas bien «una tomadura de
pelo» que deviene en una cantinflada hilarante que ofende al arte y cáusanos
ludibrio mientras ultraja a los artistas Rafael y Nicolás Vivar, pintores
cuencanos a los que, in memoriam, preténdese homenajear ciertamente con semejante mamotreto in
conchensis urbe et super flumina Tomebamba.
Hernán Rodríguez Girón
Como ya no es de sorprenderse, la obra es auspiciada por la I.
Municipalidad de Cuenca y está tan mal realizada que su lectura no es nada
proficua provocando hilaridad en algunos instantes en que la risa de carcajada
batiente es el recurso al que recurre el inerme lector al sentirse indefenso
frente a los dislates consignados por Hernán Rodríguez Girón, el autor de los
adefesiosos disparates, quien, ad experimentum, al querer fungir
como crítico de arte termina en una aventura digna de piedad y lástima in
culturalis res.
El ridículo principia, riddendo et solus riddenddo, cuando escribe de verbo ad verbum: «La tendencia
pompier está emparentada con el kitsch alemán, que se define como un estilo de
dibujos y bocetos fácilmente comerciables…». Esto no es
verdad puesto que el estilo pompier en nada guarda familiaridad con el kitsch
alemán, mientras es sorprendente que un supuesto crítico de arte, como pretende ser Rodríguez Girón, no sepa diferenciar una verdad esencial de la historia del arte por la que sabemos todos que el kitsch es una corriente artística cuya característica tiene que ser «cursi» per se y por serlo vuélvese vulgar rayando en el mal gusto por su adocenamiento, lo cual en nada aseméjase, ni siquiera per accidens con lo que considérase «pompier», término que, de manera despectiva, calificaba el mal gusto por lo clásico en la Francia del siglo decimonónico.
Pero si las confusiones hállanse a la orden del día en el folleto
de marras los desafueros son más estrepitosos cuando Rodríguez expresa mendaces
afirmaciones contra veritatis. Leámoslo: «…una ciudad
que despertaba a una inesperada etapa de prosperidad, a finales del siglo XIX y
comienzos del XX, comarca que estaba también cerca de celebrar sus primeros
cien años de independencia y que por lo tanto manifestaba su rechazo a todo lo
que era español, buscando otros modelos culturales que los encontró en Francia».
Sorprende ad súmmum tamaña mentira para
explicarnos el origen del afrancesamiento cuencano y así lo dicho por Rodríguez
Girón es un falso histórico pues, secundum histórica veritas, la causa
de dicho afrancesamiento no fue ningún rechazo de Cuenca a todo lo que era
español cuando la capital de la morlaquía aprestábase a la celebración del
primer centenario de su independencia. Esto constituye una imperdonable falacia
puesto que el afrancesamiento morlaco debióse a varios factores.
Ad exemplum, en primer lugar, el afrancesamiento aconteció por la llegada a Cuenca de las monjas de los Sagrados Corazones, en 1862; de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en 1864; de los Padres Redentoristas, en 1873; de las hermanas dominicas de la Inmaculada Concepción o madres catalinas, en 1889; congregaciones católico romanas venidas de Francia y cuyos religiosos y religiosas eran, por lo regular, de nacionalidad francesa o belga y al educar a los jóvenes, varones y mujeres de la capital azuaya, incidieron para que la enseñanza de los cuencanos afrancesárase al imponer modas galas.
Ad exemplum, en primer lugar, el afrancesamiento aconteció por la llegada a Cuenca de las monjas de los Sagrados Corazones, en 1862; de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en 1864; de los Padres Redentoristas, en 1873; de las hermanas dominicas de la Inmaculada Concepción o madres catalinas, en 1889; congregaciones católico romanas venidas de Francia y cuyos religiosos y religiosas eran, por lo regular, de nacionalidad francesa o belga y al educar a los jóvenes, varones y mujeres de la capital azuaya, incidieron para que la enseñanza de los cuencanos afrancesárase al imponer modas galas.
En segundo lugar, las exportaciones de los sombreros de paja
toquilla y la cascarilla permitieron, a la nueva clase burguesa de la capital
azuaya de fines del siglo XIX y principios de la vigésima centuria, importar
numerosos elementos decorativos franceses, a la vez que copiábanse mutatis
mutandis, en lo urbano arquitectónico, modelos neoclásicos de la
arquitectura francesa, los cuales cambiaron la faz del centro histórico
colonial de Cuenca para convertirlo en una arquitectura de corte republicana
que ha dado personalidad propia, in aeternum, a Santa Ana de los Ríos
de Cuenca in patria nostra.
Pero como abyssus abyssum invocat/ el abismo clama al
abismo y así una falta acarrea a otra y, de manera rocambolesca, el
lenguaraz crítico Rodríguez Girón dice una nueva barbaridad en la página 6 de
su triste ensayo. Copiémoslo ex integro: «Una
pintura mural de Nicolás Vivar, de la época iconoclasta en Cuenca,
cuando el discurso de la protección del patrimonio aún no se había asentado de
manera firme en la ciudad, fue rescatada de su destrucción. La casa de
estilo colonial que se ubicaba en las calles Sucre y Presidente Borrero fue
derruida y reemplazada por el edificio matriz del Banco del Austro, una
construcción brutalista, un estilo arquitectónico que nació en Gran Bretaña en
1950 y cuya principal característica es darle toda la importancia y el valor
estético a los elementos y estructuras de la construcción».
Oh Sancta Simplicitas, en este
parágrafo existen atrocidades que ya no tienen nombre y que ofenden a nuestra
inteligencia mientras alteran a nuestra historia. Exempli gratia, no ha
habido in historia nostra ninguna época iconoclasta de Cuenca en el sensus
vero que deberíase comprender en esta abstrusa y fachosa afirmación.
Tampoco existió ninguna edificación colonial en el espacio en donde construyóse
la matriz del Banco del Austro, en la esquina de las calles Antonio Borrero y
Mariscal Sucre. La pintura mural rescatada, a la que refiérese Rodríguez Girón,
hallábase en una casa republicana que fue derribada ciertamente pero para que
su espacio convirtiérase en el
parqueadero del banco y no encontrábase en la esquina de la Borrero y
Sucre, como dice falsamente Rodríguez, sino que dicha vivienda estaba en media
cuadra de esta última calle, junto al Teatro Sucre y la Corte Superior de
Justicia.
Por otro lado, no existe la palabra «brutalista»
en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua ni tampoco en la historia de
la arquitectura es correcto decir: «una construcción
brutalista». Quid pro quo, menos podríase pensar
en un «estilo brutalista». Lo
que aquí es adecuado manifestar es que el edificio del Banco del Austro
enmárcase en lo que conócese como el «estilo internacional» que dentro de
la historia de la arquitectura es parte del llamado «Estructuralismo funcional»,
moda que no es inglesa ni nació en 1950, como equívocamente dice Rodríguez
Girón. Ese estilo es americano y originóse en la cuarta década del siglo XX
siendo en nuestros lares una moda constructiva que estuvo en boga a mediados de
la vigésima centuria en la capital de la morlaquía y que aún seguíase
imponiendo en la década de 1980 como en el edificio del Banco del Austro o las
nuevas edificaciones del Banco Central del Ecuador en Pumapungo. Lo que deséase
con este estilo es un modernismo con fachadas de paredes llanas que develánse
paradigmáticas al resaltar las líneas estructurales de las edificaciones que
vuélvense mas bien funcionales, por lo que la ignorancia supina y tenebrosa de
Rodríguez Girón en este aspecto espántanos ad nauseam in anima nostra.
Las mentiras no cesan en la investigación de Rodríguez cuando dice
in
scriptis: «… El color del mural es producto de la
creatividad del artista, debido a que las estampas, casi siempre de procedencia
europea, eran en blanco y negro…». Esto no es verdad,
ya que la estampería europea que importábase de Francia o de Italia,
fundamentalmente, caracterizábase por su colorido policrómico in
historia mundi, siendo mas bien rarísimas las estampas en blanco y
negro. Así confírmase, exempli gratia, que muchas de estas
imágenes coloridas eran publicadas por casas editoras como Turgis Fil, en
París, y hoy son objetos de coleccionistas en el medio local, por lo que las
aseveraciones de Rodríguez carecen de veracidad y muy malo sería que háyanse
formulado bajo presunciones que trasuntan yerros imperdonables ex
tota claritas.
A causa de este tremebundo equívoco Rodríguez Girón despístase para no mirar a los Vivar como hábiles artistas que, cuando tratábase de hacer copias, eran excelentes precisamente por su talento creativo pues no eran meros copistas in nostra communitate.
A causa de este tremebundo equívoco Rodríguez Girón despístase para no mirar a los Vivar como hábiles artistas que, cuando tratábase de hacer copias, eran excelentes precisamente por su talento creativo pues no eran meros copistas in nostra communitate.
Mas si las mentiras son audaces las confusiones son pánfilas en el
trabajo de Rodríguez Girón cuando al hablar de Nicolás Vivar y el listado de
sus murales exprésase in scriptis: «No existe
un detalle de sus murales ni de sus trabajos en Cuenca y el Austro, pero un
primer acercamiento a un posible listado muestra que estos se encuentran o los
realizó en: …La iglesia de la Virgen
del Santísimo Sacramento (1928), contratado por el padre Miguel Castro Molina
(Azogues, 1870/ Cuenca, 1941)». Ab irato aquí cabe
preguntarse: ¿cuál es la iglesia de la Virgen del Santísimo Sacramento en
Cuenca? Conócese que el P. Miguel Castro era el administrador del templo del
Santo Cenáculo hasta su muerte, en 1941, pero nunca ha sabídose que dicha
iglesia, dedicada al Santísimo Sacramento, háyase llamado «iglesia
de la Virgen del Santísimo Sacramento» como dice Rodríguez para
aparecer como un deprimente falsario. Tanto más cuanto que en el templo del Santo Cenáculo no existen murales en ninguna de sus paredes interiores, por lo que deberíamos preguntarnos. ¿Cuáles son los supuestos murales de Vivar a los que refiérese el falsario Rodríguez Girón?
In extremis, las elucubraciones
de Rodríguez en este deplorable ensayo son fantasiosas hasta las fronteras de
lo fabulesco cuando, hablando de Anacreonte en
el mural rescatado en la casa demolida para el establecimiento del
parqueadero del Banco del Austro, dice ad absurdum «El
tema era muy popular en el siglo XIX por las muchas traducciones de los
fragmentos de su obra». Peor aún cuando manifiéstanse las
siguientes ideas pueriles y fofas desde donde quiera que se las contemple: «Anacreonte pasó a la posteridad como el poeta de los
banquetes». «Sobre este tema
profano Nicolás Vivar trabaja por encargo y efectivamente representa a
Anacreonte tocando una lira…. Una de las doncellas sostiene lo que parece una
pandereta…». Al respecto, in stricta iustitia, huelga decir
que las traducciones sobre Anacreonte en el siglo XIX no pueden hacer que
dedúzcase que el vate heleno estaba de moda in diebus illis/por aquellos
días, pues con apodíctica certeza es sabido que los clásicos nunca
pasan de moda en todos los tiempos, como tampoco la crítica especializada ha
dado a Anacreonte la categoría de ser «el poeta de los banquetes» in
historia mundi, por lo que tal calificativo es traído de los cabellos,
amén que no puede haber más imaginación estúpida al decir que «una
de las acompañantes del bardo griego sostiene una «pandereta»
denotando la nula capacidad imaginativa y la ausencia de rigor científico y
metodológico en el triste y famélico ensayo de Rodríguez ad contemplationem nostra.
Et riddendo semper inter nos, hablando del mural de Anacreonte, es más grave todavía que Hernán Rodríguez Girón ni siquiera pudo copiar correctamente los datos consignados en
la cédula de la obra que ubícase en su propio lugar de trabajo, el Museo
Pumapungo, por lo que conviene leer lo que escribióse al respecto en este
farolero ensayo artístico. Así pues, hic et nunc, dice Rodríguez Girón «…Aquella pintura mural tuvo un periplo: en 1984, una vez
rescatada de la mencionada casa, fue llevada a Quito y sometida a un
complejo proceso de restauración realizado por técnicos de la entonces área
cultural del Banco Central del Ecuador; permaneció por veinte y dos años en
la capital, hasta que en el 2005 regresó a Cuenca…». No
obstante, si sumamos 1984 más 22 no llegamos a 2005 sino a 2006. Pero el pecado
es de veras mortal en Rodríguez, puesto que al confrontar vis a vis lo que dice
realmente la cédula de la obra, en el vestíbulo del Museo Pumapungo, su lugar
de trabajo, confirmamos que la pintura mural fue rescatada en 1982, 2 años antes de lo que copió mal Rodríguez, y retornó a Cuenca
en el año 2006, a los 24 años del
rescate. Dicho lo cual, habráse de columbrar que existen serios problemas de
cálculo matemático y de desubicación en Hernán Rodríguez Girón en esta penosa
aventura de su ensayo de crítica de arte in urbe nostra.
Pero si lo precedentemente transcrito es merecedor de una
carcajada no lo es menos el siguiente texto de la página 10 que transcribímoslo
a
máxima ad minima: «Anacreonte… junto
con Safo y Alceo forma el grupo de poetas griegos que cantaron acompañados por
la lira, el mismo instrumento que da nombre al festival de poesía más
importante de Cuenca, ayer y hoy…».
En este parágrafo, más allá de la risa que provoca la cándida alusión al
Festival de la Lira expavécenos hasta el paroxismo la absurda explicación sobre
la lira y los clásicos vates Anacreonte, Alceo y Safo, a quienes ninguno de los
historiadores del mundo heleno ni los biográfos de tales personajes de la
Grecia clásica han vinculado con la lira, por lo que estamos frente a una más
de las obtusas reflexiones de Rodríguez que rayan ya en la estolidez a fuer del
inaceptable desatino con el que prostitúyese a la historia in stricta veritas.
Espanta, ex tota fortitudine, que en un
ensayo de crítica de arte no enséñese al lector las claves de interpretación de
una obra artística cuando las explicaciones de la misma son meramente
descriptivas y no desentráñanse en ellas la semiótica que trasunta en la obra,
ni las técnicas, la composición o la perspectiva, llegando ad absurdum a puntualizaciones que resáltanse tan evidentes
para el espectador como verdades de Perogrullo que son más anodinas y hueras para
que, riddendo
et solus riddendo, vuélvanse hilarantes a más no poder. Verbi
gratia, veamos algunos ejemplos y ríamos un poco de la chifladura de
Rodríguez: «El
ambiente es clásico por sus detalles arquitectónicos y decorativos como las
columnas al fondo del mural de estilo jónico». «La obra en su sitio original debió estar ubicada en una sala
o un espacio de recreación, porque su objetivo era brindar
serenidad, lo que se siente con su simple contemplación» «Igual que su creación Anacreonte, el pintor
se enfrentaba todos los días a un reto, recrear el mundo con un dibujo y luego
llenarle de contenido a través del color».
Como mírase, in via veritatis, este trágico
experimento comienza con unas ridículas simplezas y agigántase con desatinos y
yerros injustificables que conviértense en pecados mortales cuando no son menos
relevantes los desconocimientos de técnicas pictóricas en el pseudo crítico
Rodríguez, quien ex contradictionem confunde «murales» con «cuadros» como
leémoslo en la página 16 ad peddem litterae: «Entre el 31 de octubre de 1923 y el 23 de junio de 1924,
Nicolás Vivar recibió como pago S/.
1.012, por decorar la catedral y pintar algunos de sus cuadros…».
Sin embargo, en la Catedral Vieja de Cuenca Nicolás Vivar nunca pintó cuadros
sino murales y la única obra de caballete existente en dicho templo es
justamente la que ha sido objeto de entrega a la ciudad y que inspiró el terribilis et horribilis ensayo
artístico de Rodríguez Girón, el cual carece de rigor científico ad nauseam.
Igual desconocimiento de técnicas pictóricas nótase en la página
14 cuando Rodríguez Girón escribió sine accurata diligentia: «El tomo 20 del Libro de Cuentas de la Economía de la Catedral
Antigua registra en su página 18 que los cuadros de San Alfonso María de
Ligorio (patrono de los confesores y moralistas), San Carlos Borromeo (patrono
de los catequistas y seminaristas) y El Calvario, fueron realizados por Nicolás
Vivar en 1924…». Tal como léese en el texto precedente,
Rodríguez dice taxativamente «cuadros» pero al observar el cielo raso de la
Catedral Vieja de Cuenca apréciase que en ella pintáronse ciertamente, entre
otros personajes del santoral católico romano, a San Alfonso María de Ligorio y
San Carlos Borromeo junto con El Calvario pero estas obras no son cuadros sino
murales ex tota veritas.
Silvia Ortiz Guerra de Zapata
editora general en la Dirección Municipal de Cultura
Rebus sic stantibus/ Estando así las cosas, digamos entonces que Hernán Rodríguez Girón ha fracasado como crítico de arte con este ensayo sobre los Vivar, el cual es una verdadera calamidad dentro de esta advenediza aventura con la que ha ofendídose a la memoria de Nicolás y Rafael Vivar in conchensis historia, toda vez que desde la Dirección de Cultura del Municipio de Cuenca ha auspiciádose un trabajo vergonzoso bajo la pésima conducción de Francisco Abril Piedra, trabajo que solo acopia in crescendo baldón y oprobio, mientras la editora de la publicación, Silvia Ortiz Guerra de Zapata, como ya es habitual in communitate nostra, ni siquiera pudo detectar las barbaridades y los gazapos o fachosos dislates que Rodríguez Girón ofrece a Cuenca en el XVIII aniversario de su declaratoria como «Patrimonio Cultural de la Humanidad» contra veritatis et in honorem invincibilis ignorantiae et stultitia.
Omnes clamamus in honorem dignitatis: tristis diagnosis in culturalis aspectibus in urbe nostra...
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
In Concha, apud flumina Tomebamba, mensis Ianuarii, die VIII, currentis Anno Domini bismillesimus octavo supra decimus.
OPINIONES CIUDADANAS
OPINIONES CIUDADANAS
Leyendo la denuncia de Paulina Ortega podemos darnos cuenta que Hernán Rodríguez Girón no solo parece un ignorante crítico de arte para haber escrito todas las cosas «brutalistas» del libro sobre Rafael Vivar. Sobre todo, este seudo crítico Rodríguez, como dice el historiador Diego Demetrio Orellana al sacarle la pucta, ha sido corrupto: queriendo facturar en el municipio y cobrar su sueldo público en el Ministerio de Cultura. Bonita la huevada y todos bien gracias... mi rechazo y repudio a Hernán Rodríguez Girón, un pipón y sapo de la cultura cuencana. Quéspesf esto: asco,asco y asco...
ResponderEliminarPor gente así estamos como estamos... Turro lo que tenemos que enterarnos en este blog. O sea que este Rodríguez se cree un sabio y anda por nuestro Cuenca como si fuera un crítico de arte cuando ha sido un ignorito. Jajajaja... Con esa cabezoooota y bruto... o brutalista como le han jodido en este sitio... jajajaja..... Esa cabezota, a lo mero mero, o a la plena plena como decía mi ex mijitrín solo le sirve para ser un huevón corrupto. Fuera de allí... Sáquenlo de allí, señor ministro de Cultura Raúl Pérez Torres... Ya basta de tanta corrupción correísta disfrazada ahora de morenista...
ResponderEliminarQué chuccha con mi país... Soy todavía un joven, un mijín que estudia y viendo que los mayores son corruptos ¿qué ejemplo tenemos para cambiar al Ecuador?. Si este Rodríguez es corrupto y su camello es en Cultura y no sabe nada y escribe horrores cambiando la historia para qué estudiar si no hay un chancesito de que nos enseñen bien la cultura. cómo vamos a progresar así... Mi mami dice que esta clase de gente nos da mal ejemplo pero en el cole el profe dice que seamos buenos, que tengamos valores... Los valores valen verga cuando estos hijueputas como Rodríguez y tantos corruptos hacen cosas malas y feazas, nos mamam gallo y quieren que los jóvenes seamos buenos... Por eso me dan ganas de botar los estudios... Me ranclo mismo de clase pues ya no hay nadie en qué creer.
ResponderEliminarMe he quedado perplejo. Conozco a Hernán Rodríguez Girón desde hace décadas y ahora acabo de enterarme de que es un consumado crítico de arte.La persona que conozco con ese nombre y apellidos es inteligente, lo reconozco, pero de aquí a pontificar sobre arte media un abismo. Pero bueno, ya puestos en ello, creo que lo kitsch y pompier son los juicios y criterios de asombrosa ligereza que don Hernán ha expresado, ligereza que no impide darse cuenta de un cierto tiquismiquis, de un tufillo de vanidad mal disimulada, que afecta gravemente la honestidad intelectual requerida para hablar con autoridad sobre un tema histórico y artístico que atañe directamente, en este caso, a nuestra amada ciudad de Cuenca.
ResponderEliminarREVERENDISSIME PATER RUBÉN EDUARDO MARTÍNEZ CORDERO: PAX CHRISTI ANTE OMNIA. GRACIAS POR SU OPINIÓN. AUNQUE HA USADO LA OPCIÓN DE ANÓNIMO PARA DEJAR SU COMENTARIO EN ESTE BLOG, NO PUEDO DEJAR DE DECIRLE QUE SU REVERENCIA SE SORPRENDE DE HERNÁN RODRÍGUEZ GIRÓN Y NO ES PARA MENOS CUANDO LO QUE HA INTENTADO ES BURLARSE DE NUESTRA INTELIGENCIA IN URBE NOSTRA CON ESTA INVESTIGACIÓN PLETÓRICA DE NEGLIGENCIA IN HONOREM VERITATIS. UN ABRAZO FRATERNAL IN NOMINE DOMINI, SICUT DILECTISSIME ET REVERENDISSIME PATER IN PERSONA CHRISTI CAPITIS AD MAIOREM DEI GLORIAM. GRATIAS MÁXIMAS, SALUTEM, GRATA RECORDATIONEM ET BENEDICTIONEM TIBI PER CHRISTUM DOMINUM NOSTRUM.
ResponderEliminarDIEGO DEMETRIO ORELLANA
OCTAVA DOMINICA EPIPHANIAE DOMINI, AD MMXVIII
Ups... ¿un crítico de arte que no sabe de arte?.. jajaja... parece chiste pero la denuncia de Demetrio es tan fundamentada que no deja un chancesito para dudar que Rodríguez es un ignorante... Qué vergüenza mi cuenquita del alma.
ResponderEliminar¿Qué onda con Hernán Rodríguez Girón? Turro lo que ha pasado en la farándula cultural de mi cuenquita del alma. Jajaja... un zafarrancho como decía mi abuelita, mamitica linda que Dios le tenga en su santo seno. La historia de los artistas Vivar parece escrita por Cantinflas y todo por culpa de un imbécil... Disculpen la palabrota pero me cabrea que caretucos como Hernán Rodríguez Girón sean pipones en puestos que deberían ocupar gente preparada y no oportunistas de la verga que ni siquiera saben del tema en el que se meten... Ya basta
ResponderEliminarFelicitaciones al crítico Demetrio por este brillante estudio en que el periodista Hernán Rodríguez Girón termina como un ignorante del que hay que tener miedo.
ResponderEliminarHay gente que se inventa las cosas pensando que nadie les va a pescar en las mentiras. Por facilismo investigativo, por vagancia, por ociosidad y por ignorancia. Gracias, Demetrio, muchas gracias por haber detectado todas estas cualidades en este periodista que como crítico de arte se come la camiza... jajajaj
ResponderEliminarJajaja... en verdad me he reído como no tienen idea. Qué bruto este Rodríguez... bienhechito, como decía mamita, por hacerse el sabio sin ser más que un ignorante.
ResponderEliminarVirgen del Cisne: ¿Tantos errores en este libro? ¿qué clase de gente trabaja en el Ministerio de Cultura? Hernán Rodríguez debe ser por lo mínimo multado con estos feazos errores que no se deben perdonar por nadita del mundo.
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