miércoles, 6 de enero de 2016

EPIFANÍA EN LA CULTURA OCCIDENTAL IN PERPETUUM


In sollemnitate Epiphaniae Domini, en el día de la Epifanía del Señor fijémonos en el carácter lingüístico de la palabra, pues la riqueza de su significación es digna de apreciar: «Epifanía» es un término que viene del griego y significa «manifestación». Rememora la «revelación» de la grandeza del Señor, a los magos de Oriente, en el portal de Belén. Su «manifestación» o «Epifanía» como Rey de Reyes y Señor de Señores.



El término pasó de la lengua griega al Latín como «Epiphania» manteniendo su significación, gracias a la influencia del cristianismo en la cultura de la antigua Roma. Desde la culta e inigualable lengua latina, madre nutricia de nuestra hermosa lengua de Castilla, devino a ésta como «Epifanía» y la Real Academia de la Lengua Castellana ordena que la palabra escríbase siempre con mayúscula.



La historia de la Epifanía es bíblica, pues el evangelista San Mateo, en su relato, cuenta, de maxima ad minima, que tres personajes calificados como «magos» llegaron a ver al niño Jesús, le entregaron regalos de oro, incienso y mirra y se marcharon de regreso.  In illo tempore/ en aquel tiempo, «mago» era la palabra para nombrar a un astrónomo, a un sacerdote, sabio o a un alquimista.




Teniendo entonces como referencia a las Sagradas Escrituras, verbum Domini in mundum univerrsum et super omnia in nostra Sancta Mater Ecclesia, puédese inferir que estos «magos» atesoraban conocimientos astronómicos, ya que fueron orientados por una estrella, en su camino al pesebre, donde había nacido el Mesías, el Señor, Iesus Nazarenus, Rex Iudearum/ Jesús Nazareno, Rey de los judíos.



Asimismo, el relato bíblico dice, in veritas semper fidelis, que tuvieron un encuentro infausto con Herodes, rey de Jerusalén, quien indagaba las profecías que hablaban del Niño Jesús como el nuevo rey de los judíos.  Herodes, obsesionado por la celotipia con el Divino Niño, mandó a sus tropas sanguinarias para que mataran a los menores de dos años, hecho conocido como la «matanza de los santos inocentes».

En el friso de la iglesia de San Apolinar Nuevo (Rávena, Italia) aparecen por primera vez estos personajes, en la Edad Media. En la lengua germana los nombres de los magos son: «Melchior», «Hiespar» y «Walthauser». Así lo dice el historiador Beda, en su libro intitulado «De temporibus liber» (VIII). Estos nombres, en la lengua de Castilla, los conocemos como Melchor, Gaspar y Baltasar.




Los testimonios más antiguos afirman que los magos procedían de Persia, otros hablan de Caldea, sitio en donde surge la Astronomía in historia mundi Nuestra Santa Madre Iglesia, mater nostra in persona Christi, quiso representar en los magos las edades y razas de los hombres. Por esta razón,  la imagen de Melchor es la de un anciano de tez y barbas blancas, mientras Gaspar es joven y rubio, en tanto Baltasar es un adulto en la madurez de su vida y es de raza negra. 



Esta tradicional iconografía de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana los ha representado con recipientes de oro, incienso y mirra en sus manos. En la doctrina católica romana, per se, llena de simbología, cada regalo significa una cosa muy precisa para representar al Mesías: el oro es su naturaleza real, el incienso su naturaleza divina, pues Nuestro Señor Jesucristo es Dios y Hombre verdadero. No de otra manera interprétase que el color amarillo es un color de la sabiduría, cuyo esplendor brilla sobre la cabeza de los iniciados como una aureola de luz.

La mirra tiene un significado de la inmortalidad, por ello es que, ab immemorabili, la mirra servía para embalsamar los cuerpos y preservarlos de la descomposición, toda vez que también la mirra significa, in historia mundi, el dolor y el sufrimiento de quien habría de dar su vida, usque ad sanguinis effusionem, para la redención del género humano.

Ad concludendi, el incienso significa que Cristo, Dominus ac Redemptor pro omnes gentes, era un sacerdote. El incienso es por lo tanto la representación del campo religioso, del corazón y del amor.
Por otro lado, los reyes magos han llevado a Cristo obsequios ligados con tres mundos muy singulares: el pensamiento, el sentimiento y el cuerpo físico, cada uno con sus propias peculiaridades ad gentes bonae voluntatis.




De las rememoranzas de los Reyes Magos surgió la creencia de que ellos traen regalos el 6 de enero, festividad de la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo. De allí, la costumbre de regalar cosas a los niños. Ergo, en la ciudad de Colonia, Alemania, créese que en su famosa catedral hállanse los restos de los magos de Oriente, los cuales están depositados en un precioso relicario que ha sido atribuido a la escuela del orfebre Nicolás de Verdún.



El relicario existe hasta hoy y los restos que contiene se identifican, concordet catholica traditio, desde el siglo XII, con los de los reyes magos, siendo su historia el reflejo de las tensiones políticas de la Edad Media. In via veritatem ad inquirendam, la construcción misma de dicha catedral relaciónase con la llegada de las reliquias a Colonia en el año de 1164, las cuales, según la tradición, fueron traídas desde Milán por el arzobispo de la ciudad, Rainald von Dassel, el cual fue nombrado en 1156, donec aliter provideatur, como canciller del Sacro Imperio Romano Germánico por el emperador Federico Barbarroja.

Cuenta la Historia, magistra vitae, que la idea de Rainald fue construir una catedral gótica sin parangón en el mundo de la cristiandad, a fin de que fuese sepulcro para los reyes mientras simbolice, sicut lumen in caelis, una réplica de la Jerusalén celestial.



A fines del siglo XX se pretendió comprobar «científicamente» la autenticidad de las reliquias, a través de sus restos textiles y, según los resultados de exámenes de laboratorio, afírmase que podrían provenir de Siria y haber sido elaborados a comienzos de nuestra era cristiana.

La presencia de los restos en Milán se explica, in honorem veritatis, porque Rainald von Dassel  apropióselos como botín de guerra, luego de  la conquista de la ciudad por parte de las tropas de Federico Barbarroja.



La tradición católica romana dice que, en el siglo IV, el emperador Constantino de  la Roma imperial, regaló, ab imo pectore, las reliquias a San Eustorgio, obispo de Milán, después de que su madre, Santa Elena, las recuperara durante un viaje a Palestina.

El hecho de que las reliquias hubiesen llegado a Milán procedentes de Palestina -con escala en Constantinopla- ha suscitado dudas, puesto que en el evangelio de San Mateo dícese que, después de adorar al niño Jesús, secundum Sancti Evangelii, los Reyes Magos volvieron a sus países en donde presúmese que habrían muerto y estarían enterrados.



Por ello, puédese inferir que la historia de las reliquias de los reyes magos es una leyenda fraguada por Rainald von Dassel con intenciones políticas. De hecho, in stricta veritas et iustitia, no hay ningún texto que hable de las reliquias que sea anterior al siglo XII ni noticias de un culto a las mismas, ni en Milán ni en Constantinopla. Rainald von Dassel era un firme defensor de la idea de que el poder del emperador venía directamente de Dios y que por consiguiente no necesitaba de la bendición del Papa.


Estas historias legendarias son importantes en el aspecto cultural de la Iglesia Católica Romana y resultan curiosas, ex admirationem. No obstante, en nada desmerecen, exceptis, excipiendis, la importancia de los reyes magos en la vida de Nuestro Señor Jesucristo, Redemptor hominis, a quien reverenciaron, en su «Epifanía», como Rey de Reyes y Señor de todo el universo.


 His cum affectibus vobis et gratia copiosa, Pax et fraternitas,


* DIEGO DEMETRIO ORELLANA
DATUM CONCHA, APUD FLUMINA TOMEBAMBA, 
IN SOLLEMNITATE SANCTA EPIPHANIAE, ANNO DOMINI MMXVI

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