Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS
Ab origine, in historia civitatis/ Desde el origen, en la historia de
la ciudad, Santa Ana de los Ríos de Cuenca acopia -desde su nacimiento castizo del 12 de Abril de 1557- exuberantes legados
cañaris e incas que represéntannos vigorosos las primigenias fuentes de nuestra
identidad histórica. Quid pro quo, los nombres
prehispánicos de la capital azuaya confírmannos con apodíctica certeza que las múltiples
toponimias de los sitios que circundan el inmenso valle cuencano engólfannos
por un variopinto y esplendoroso periplo de reminiscencias incaicas y cañaris a
través de las cuales el pasado prehispánico de la capital de la morlaquía mantiénese
redivivo in veritatis splendor.
En los primeros hallazgos arqueológicos encontrados por monseñor
Federico González Suárez sobre nuestra prehistoria, en la década de 1870, puédense
vislumbrar los orígenes cañaris e incas de Santa Ana de los Ríos de Cuenca. In diebus
illis/ En aquellos días, el magnánimo y benemérito religioso -al describir la orfebrería prehistórica que
había descubierto por nuestra zona- fue pionero en detectar, con rigor
científico, varios vestigios cañaris e incas de la región. Así puédese inferir -al compás de sus investigaciones- que
ciertas culturas prehispánicas como Narrío, Pirincay, Cashaloma, Tacalshapa y
Cañari habitaron en las provincias de Azuay y Cañar confirmándose los orígenes
cañaris de la capital azuaya. Post factum, vendrían luego los
incas con su influencia quichua in via historiae.
Pero, dicha sea la verdad, el cañari y el quichua eran idiomas orales y carecían de escritura. Ésta la obtuvieron de nuestra maravillosa lengua de Castilla en la conquista ibérica y así pudieron sobrevivir hasta hoy. El Castellano hizo que muchas palabras de estas lenguas indígenas sean formadas por onomatopeya, pudiéndose escribir sus términos, ad arbitrium, de dos formas. Verbi gratia: «huayco» o «guayco», «Chilcapamba» o «Chilcapampa», «huahua» o «guagua».
Si bien el idioma de los cañaris desapareció ad infinitum, como una
lengua muerta, sus huellas prehispánicas perviven y devélanse, ex
tota fortitudine/ con todas las fuerzas, en las toponimias de ciertos
lugares cuencanos cuyos nombres evocan inter nos a la epónima cultura
prehispánica. Ad exemplum, «GUAPDONDELIG» es el nombre cañari del valle donde hoy asiéntase
Cuenca aludiendo a la inmortal presencia de esta cultura prehispánica ad
futuram rei memoriam, mientras que en la época del incario el valle
cañari llamóse «Paucarbamba» y «Tumipampa», toponimias quichuas que
los Cronistas de Indias, con Pedro Cieza de León a la cabeza, describiéronlas
para fijar los antecedentes de la castiza urbe morlaca.
Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS
La palabra castellanizada «Tomebamba», que es el nombre de nuestro emblemático río,
tiene su origen etimológico en el término quichua «Tumipampa» o «Valle del cuchillo», según
corrobórase por las investigaciones históricas más serias in urbe nostra, mientras
que «Yanuncay»,
el poético nombre de nuestro segundo afluente que inspiró al capishca «Chola Cuencana», tiene per
se un inconfundible efluvio cañari, pues –desde la lingüística- todas las desinencias «ay» son ciertamente cañaris
in
perpetuum.
Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS
Sitios como «Pumapungo», «Yanacauri», «Tacalshapa», «Chilcapamba», «Balzay», «Turi», «Monay», «Cullca», «Arenal», «Sayausí», «Paccha», «Quingeo», «Llacao», «Gullanzhapa», «Racar», «Cumbe», «Tarqui», «Misicata» o «Cashaloma», exempli gratia, evocan
las profusas huellas cañaris e incas del pasado prehispánico cuencano.
Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS
En consecuencia, no existe rincón morlaco por
donde sus toponimias no remítannos al pasado cañari e inca. Tal es el caso de «Patamarca» «Nulti», «Ictocruz»,
«Baguanchi», «Guzho», «Yanahurco», «Chuallabamba», «Tandacatu», «Balzain», «Perezpata», «Mayancela»,
«Molleturo», «Chaucha», «Ricaurte», «Irquis» o «Cazhapata». Otras toponimias como «Gullanshapa», «Zhucay», «Chiquintad», «Pachamama», «Guagualzhumi», «Milchichig», «Cabogana», etc, son
también nombres que pruébannos los vínculos cañaris e incas de Cuenca a lo
largo de la historia.
TOCTE O NOGAL: JUGLANS NEOTRÓPICA
TOCTE O NOGAL: JUGLANS NEOTROPICA
Igual acontece con el término «tocte»,
el árbol totémico de los cañaris, que fue una especie dominante en la región y
dio origen a la toponimia «toctesí» o «campo del tocte»
poseyendo una fuerte personalidad cañari in historia nostra a punto tal de
que hasta un patronímico surgió de aquí: nuestro apellido Tocto in via dignitatis. Ergo, nuestros aborígenes utilizaron
el término cañari «tocte» para nombrar a la especie arbórea llamada como «nogal»
en nuestra prodigiosa lengua de Castilla; árbol que constituye nuestro orgullo
americano en tanto es primo de la nuez europea, la cual habíase bautizado
-allende los mares- in lingua latina como Juglans regia diferenciándose del «tocte», al que
bautizóselo in America meridionalis como Juglans neotropica
para hacer notar el parentesco con el espécimen arbóreo del viejo continente.
La lengua cañari hoy está prácticamente desaparecida -en
las tenebrosas brumas del tiempo- mas pervive rediviva en las
toponimias cuencanas ad futuram rei memoriam con «GUAPDONDELIG» en primera línea que, como dìjose ut
supra, es el nombre cañari para el sitio mismo donde estableceríase la
ciudad de Cuenca el lunes santo 12 de Abril de 1557 y que fue el primigenio
asiento del pueblo cañari en nuestros lares quod erat demonstrandum in
historia nostra/ como queda demostrado en nuestra historia.
RÍO YANUNCAY
Exempli gratia, existen nombres cañaris
que terminan en «cay», con los que fueron
bautizados algunos sitios como «Yanuncay», «Narancay», «Sinincay», «Zhucay» o
«Sidcay». El elemento «cay» significa
monte, en la lengua cañari, por lo que colúmbrase que estos lugares hallábanse
junto a elevaciones montañosas o cerros. No olvidemos, ad exemplum, que la
propia palabra «Guacay» significa «monte de las guacamayas» y es el
prístino nombre histórico del cerro «Fasayñán», el monte sacro del pueblo
cañari en la provincia del Azuay, el cual dio origen a la célebre leyenda de
las guacamayas que casáronse con dos de los sobrevivientes del diluvio con el
que nacería el pueblo cañari, los hermanos Cusicayo y Antaorrupangui.
INGA EDULIS: GUABO O PACAY
Otro árbol vinculado con el pueblo
cañari es el «Pacay», también conocido como «Guabo», de la
especie Inga edulis in lingua latina; espécimen de gran influencia
toponímica en nuestra urbe, por cuya desinencia «ay» descúbreselo ipso facto como un
elemento arquetípico de esta cultura prehispánica. In honorem veritatis, el
guabo o pacay ha cultivádose en Cuenca con admirable profusión a punto tal que
constituye uno de sus árboles autóctonos de prolífica reproducción y munífica
historia prehispánica.
P. Julio María Matovelle
Varios escritores e historiadores cuencanos aportaron con sus
investigaciones algunas pistas para el estudio de las toponimias azuayas y
cañaris. Ad exemplum, el P. Julio María Matovelle en su precioso libro «Cuenca de Tomebamba» concede
interesantes datos sobre los cañaris e incas. Semper ídem, también
puédese citar al P. Jesús Arriaga, a Fray Alfonso Jerves, OP, o a Manuel Moreno
Mora, quien, por su parte, en su ensayo intitulado «Contribución al estudio de la lingüística y etnología cañaris»,
publicado en 1922, prodiga valiosos elementos que han guiado nuestros estudios
lingüisticos prehispánicos de interesante cariz histórico in communitate nostra.
Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS
La lengua quichua, por su parte, es poseedora de varios nombres de
sitios de la localidad y así, tanto lo incaico como lo cañari son prevalecientes
en la mayoría de las toponimias de la región. Aquellas incas, por su parte, están en
nombres de recintos que terminan en «pampa» o «pamba», siendo esta
última palabra una castellanización de la primera. Ergo, «pampa» o «pamba»
significa campo o llanura y así encuéntranse a nuestro alrededor nombres incas
como «Tomebamba», «Paucarbamba» «Chuallabamba»,
«Ucubamba», «Viracochabamba», «Capulispamba»,
«Cañaribamba» o «Chilcapamba», mientras que también es quichua «Toctepampa» existiendo en
esta última toponimia una interesante simbiosis entre el cañari y el quichua
como puédese inferir in via claritatis/ en el camino de la
claridad, por la presencia del término cañari «tocte» y la palabra incaica «pampa».
Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS
Son también incaicos nombres como:
«Cruz
Loma», «Castilla Cruz» o «Virgenpamba», pero en estas
toponimias hay una mezcla de términos castizos y quichuas lo que demuéstranos a
la vez que -en un claro ejemplo de
interculturalidad en la conquista española- ciertas
palabras castellanas asociáronse con las toponimias incas y así surgieron
nombres curiosos con los términos «loma» o «pampa». Vale nombrar hic
et nunc/ aquí y ahora otros ejemplos como «Capillapamba» o «Rosariopamba», palabras
en las que el término quichua «pampa» castellanízase por «pamba» y entremézclase
con nombres castizos de antigua solera.
A similis, quichuas son igualmente las
palabras «Totoracocha», «Turuhuaico» y «Supayguayco», siendo esta
última el nombre de la fatídica quebrada donde botábanse a los cadáveres de los
suicidas en el cementerio municipal de Cuenca, en el que ignominiosamente fue
arrojada, contra dignitatis, la
célebre poetisa Dolores Veintemilla de Galindo en el año del Señor de 1857.
Asimismo, es incaico el nombre «Yanacauri»,
el histórico cerro al que los cuencanos llamaron como la loma «Tú eres Pedro» cuando en el
año del Señor de 1985 llegó a Miraflores el papa Juan Pablo II. Huelga decir
que, en quichua, «guayco» es quebrada y «cocha» es laguna.
Es evidente que las múltiples toponimias cuencanas son, ante
omnia, concretas evidencias de los asentamientos cañaris o incas, pues
–la verdad sea dicha- nuestros
aborígenes sintiéronse atraídos por estos lares ora por el clima primaveral,
ora por la feracidad de la tierra, ora por la esplendente geografía que
incitábales para establecerse en este suelo pródigo de belleza y gracias in
naturalis ordinis.
Fotografía: Manuel Jiménez/ ÉLITE FILMS
Est tempus concludendi/ Es tiempo
ya de concluir
y digamos en este 12 de Abril del año 2020, en plena cuarentena del corona
virus, que mientras las indelebles toponimias que dejáronnos nuestros antepasados
permanecen sempiternas con el correr de los siglos las huellas prehispánicas
que encuéntranse en Cuenca y su región mantiénense, de vehementi, como
testimonios que confírmannos el fuerte legado prehispánico de las culturas inca
y cañari en los nombres de muchas localidades de la zona, mientras denotan, a
la vez, signos autóctonos de la identidad de los habitantes de la morlaquía que
compleméntase con la herencia hispana como legado de su fundación castellana in
via historiae, sicut erat in principio et nunc et semper et in saecula
saeculorum.
Diego Demetrio Orellana
Datum Conchae, super flumina Tomebamba, mensis aprilis, die XII,
reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXX, in solemnitate Paschalis.
Interesante aporte a la historia de Cuenca: https://revistasipgh.org/index.php/rearam/article/view/712
ResponderEliminarExcelente un buen post rescatando un poco de la lengua Cañari.
ResponderEliminarhttps://dvma-melqvisedek.blogspot.com/2023/01/un-juego-ludico-con-la-historia-de.html
Mil felicitaciones, la historia se debe relatar de esta manera, tan maravillosa y tan auténtica
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