RÉQUIEM POR EL ÁLAMO DE LA MERCED
«O quam tristis et afflicta Concha est in natura
nostra/ O cuán triste y afligida está Cuenca en nuestra naturaleza». Con esta frase
queremos protestar por la tala de un maravilloso álamo, en la plazoleta de La
Merced, pues los ignorantes que han derribádolo seguramente desconocen que este
especimen vincúlase con el nacimiento castizo de Cuenca debido a que sus hojas representan las panelas de plata del escudo
de la urbe, siendo inadmisible que háyaselo talado per fas et per nefas sin
considerar que había una manera de salvarlo.
Como podemos ver, en la imagen precedente, el precioso
álamo de La Merced era bellísimo, ora por su altura, ora por su magnificencia,
ora por su lindeza. Es un crimen que háyaselo talado siendo una especie arbórea
y arquetípica de la «ciudad cargada de alma», ya que sus
hojas acorazonadas sirvieron de inspiración al conquense fundador de nuestra
ciudad, el Marqués de Cañete y Tercer Virrey del Perú, Don Andrés Hurtado de
Mendoza, para crear el escudo de armas de la ciudad de Santa Ana de los Ríos de
Cuenca.
Quid pro quo, en esta segunda imagen podemos ver cómo el espacio que
ocupaba el álamo al que talaron de manera tan infame luce ahora desolado,
triste y desértico, siendo más sorprendente que, ab irato, en su lugar, háyaselo
reemplazado con una raquítica jacaranda, toda vez que a los botánicos de la
EMAC ni siquiera ocurrióseles reemplazarlo con otro álamo de la especie Populus nigra.
Ad effectum viddendi, al parecer, la causa por la cual tomaron la decisión
de talar este histórico álamo fue la presencia de una oquedad en su base. A
dicha oquedad habíamosla fotografiado justamente hace unos meses para consultar a Ernesto
Lovato, uno de los más eficientes ingenieros agrónomos de Cuenca, si existiera
una posibilidad de salvar al espécimen.
Ernesto Lovato Zambrano, quien podía salvar al álamo y nunca lo llamaron desde la EMAC
Efectivamente, Ernesto Lovato sugirió a la EMAC que el árbol pudiera ser operado y, para ello, únicamente debíase colocar, en la referida oquedad, un corazón de cemento debidamente interpuesto para fortalecer la base del espécimen, cirugía en la que Lovato es un experto, pues el viejo olivo tricentenario del Salón del Pueblo de la Casa de la Cultura fue intervenido de esta manera hace dos años y así logróse salvar a otro de los árboles patrimoniales de Santa Ana de los Ríos de Cuenca.
El álamo de La Merced, contra el que operó un arboricidio desde la EMAC
Es triste comprobar que las recomendaciones de un
técnico como Ernesto Lovato, para la EMAC, son como la «vox clamantis in deserto»
o la «voz que clama en el desierto», mientras es doloroso contemplar
que los agrónomos de esta empresa municipal ni siquiera están actualizados con
este tipo de soluciones para el salvamento de los árboles patrimoniales, siendo
ésta la razón por la cual hay un leonino apetito por talar todo árbol ante el
que presúmese que podría caer al suelo, sin preocuparse por buscar los medios
para salvaguardar a una especie, sobre todo cuando trátase de un árbol patrimonial,
como lo era el álamo de La Merced, testigo silencioso de la historia de Cuenca en
los últimos 40 años, en que adquirió una forma majestuosa que encantaba a los
viandantes y circunstantes de espíritu sensible que contemplábamoslo ex admirationem, pues entre los árboles
más simbólicos de Santa Ana de los Ríos de Cuenca el álamo ocupa un puesto
preeminente. Su nombre científico es «Populus nigra» y pertenece a la
familia Salicaceae. Sus flores unisexuales y agrupadas en inflorescencias
en amentos llaman siempre la atención, pues producen frutos capsulares que ábrense
en dos valvas que encierran una multitud de semillas algodonosas que vuelan con
el viento cuando llega la hora de su madurez.
Y es que las hojas acorazonadas de color verde intenso
sirvieron, en la Heráldica, como se dijo ut
supra, para ser colocadas en el Escudo de Armas de la ciudad de Santa Ana
de los Ríos de Cuenca. En efecto, cuenta la Historia, magistra vitae/ maestra de vida, que el fundador de Cuenca, don Andrés
Hurtado de Mendoza; a la sazón, Marqués de Cañete, Tercer virrey del Perú y
Guarda Mayor de la ciudad de Cuenca de España, dictó una providencia -el día 20
de noviembre de 1557- para conceder escudo de armas a la naciente urbe castiza,
a la que su comisionado, el Capitán Gil Ramírez Dávalos, había bautizado con el
nombre de Cuenca.
La providencia del Marqués dice así: «...en nombre
de Su Majestad e por virtud de lo real... tengo, que por su notoriedad aquí...
de dar e señalar e por la presente doy e señalo a la dicha ciudad de
Cuenca, Cabildo Justicia e Regidores della, por armas e insignias de la dicha
ciudad, desde agora para siempre jamás, un escudo
partido de esquina a esquina, con unos eslabones verdes, y en
medio una argolla grande, y dentro en el circuito della, una corona en campo
colorado, y en el cuartel de arriba sobre la corona, una ciudad sobre agua y el
campo della de oro,...y en el de abajo, unos árboles sobre agua y el campo de
oro..., y a uno de los lados y otros, sendos leones pardos, vueltos la cara uno
a otro, y en las manos, sendas
panelas de plata en campo blanco y por orla catorce panelas de plata en campo colorado, y encima del
escudo una bandera con cinco panelas
de plata en fondo colorado, con una orla de oro a la redonda, y el
fierro de la lanza, de plata, y un rótulo por encima de fondo trabado en la
lanza, con una letra que diga, Primero Dios e después Vos...».
En la Heráldica, ciencia que trata de los blasones, la
hoja de álamo colocada como mueble en un escudo servía como adorno de las armas
en las que utilizábase y llamábase «panela». Podían ser panelas de plata, como
en el escudo de armas cuencano o, en algunos casos, panelas de oro. En el caso
del blasón cuencano, las panelas de plata representan a las hojas de álamo, in
stemmatibus scutulum y la razón por la colocáronse en el símbolo patrio
de los cuencanos débese a que, in illo tempore, el álamo era muy copioso en Cuenca de España, de donde era
originario el Marqués de Cañete. No olvidemos que Andrés Hurtado de Mendoza, al
fundar Cuenca del Ecuador, quizo que la naciente urbe sea homónima de su nativa
Cuenca de España y es lógico pensar que para el cometido de su empresa trasladó
al nuevo blasón algunos íconos particulares de su querida ciudad castellana.
Así entonces, alere flamam veritatis/ alentando la llama
de la verdad, digamos que han
cometido un crimen imperdonable al derribar un exótico árbol de aproximadamente 25 metros, de tronco alto y recto, con hojas espesas verde claro, caedizas, simples
y alternas, que creció feliz a pleno sol, por lo que ese rincón de la plazoleta
de La Merced en donde ubicábase era el sitio perfecto en que vivía ad
sollemnitatem, pero hoy es ya solo un triste recuerdo gracias a la invincibilis ignorantia de los técnicos
de la EMAC, convertidos en asesinos potenciales de los árboles patrimoniales de
la ciudad cargada de alma.
Quod erat demonstrandum/ como queda demostrado, han matado a un álamo patrimonial de Cuenca sin que
nadie levante la voz ante el nefando crimen. Sirva al menos este réquiem por el
álamo de La Merced para concientizar sobre la real importancia de este
espécimen arbóreo que evoca a nuestro escudo de armas y que, como «mysterium
admirabilis», deberíase precautelar de vita et moribus, pues existen
otros álamos patrimoniales que no deberíanse derribar por sus oquedades en la
base cuando tenemos hasta un cirujano que puede intervenirlos para salvarlos in
aeternum. Álamos existen en el parque «Calderón», en el parque de «Las Monjas», frente a Las
Conceptas, en el parque de «La Madre», en la plazoleta de Santo Domingo, en la plazoleta de los artesanos y en el parque de las
flores. Con sus hojas verdes y versátiles que muévense con el viento llaman la
atención en toda época por su condición de verdes centinelas de estos espacios
públicos in urbe nostra.
Es necesario que todos los habitantes de la morlaquía amemos
al alamo, ex toto corde, ex tota anima et ex tota fortitudine/ con todo el
corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas,
como uno de los árboles más simbólicos de la «Atenas del Ecuador», comprometiéndonos
a su conservación, a fin de protegerlo mejor para evitar que seres inclementes
atenten contra ellos y de un momento, ad absurdum et contra naturae,
cual rayo fulminante, los derriben para siempre sin que nadie pudiérelos
sancionar por un atropello de esta índole.
Cum
reverentia et respectum in natura nostra, pax vobis,
Diego Demetrio Orellana
Datum
Conchae, mensis februarii, die XXII, currentis Anno Domini MMXIX, octava dominica
in septuagessima.
OPINIONES CIUDADANAS
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