ELECCIONES EN LA CASA DE LA CULTURA, NÚCLEO DEL AZUAY
El próximo viernes 28 de octubre del año del Señor de 2011 se llevarán a cabo las elecciones del nuevo directorio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín Carrión», Núcleo del Azuay, para el período 2011 – 2015, luego de más de cuatro meses de obstáculos, desde que ab absurdo, se detuvo el proceso electoral con el insólito pretexto de consultar a la Procuraduría General de la nación si algunos de los candidatos y candidatas a presidir la Casa de la Cultura local pueden integrar las listas ya aceptadas por el Tribunal Electoral de la institución, en tanto desarrollan sus labores como servidores públicos en algunas entidades estatales de la localidad.
Esta consulta innecesaria, ad portas de la legal sucesión administrativa, fue posible debido a la lenidad de los miembros que integraban el Tribunal Electoral: Carmen Ugalde Cueva, Gustavo Landívar Heredia y Holger Telésforo Dután Erráez, quienes propusieron tan ridícula consulta a la Procuraduría General del Ecuador, hecho improcedente si se ha de tener en cuenta que el propio estatuto así como el reglamento de la Casa de la Cultura Ecuatoriana no disponen nada en contrario para que un funcionario público cualquiera sea candidato a integrar las listas de la institución.
Catalina Sojos Mata
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Fiat lux, en un gesto que le honra ad infinitum, Catalina Sojos ha renunciado a sus funciones a la dirección de dicho museo, demostrando que la dignidad y la decencia están por encima de estas rabulescas manipulaciones y más allá de lo que diga la Procuraduría General de la nación que, ad calendas graecas, ha demorado demasiado su pronunciamiento, el proceso sigue avante con este ejemplo de honor, altivez y dignidad que encumbra a su protagonista, dentro de su lista, como lo que es: una singular dama de las letras cuencanas, cuya presencia refulge en el parnaso de la morlaquía como una voz femenina llena de autenticidad y personalidad propias, pues se trata de una escritora que siempre siente lo que dice y dice lo que siente.
Paradójicamente, el propio presidente saliente de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay, Tito Astudillo Astudillo es un funcionario público que trabaja en el Hospital Regional «Vicente Corral Moscoso» y a su directorio no se le ocurrió aplicar este impedimento con él mismo, pues por su calidad de servidor público -si nos hemos de llevar por semejante consulta planteada a la Procuraduría- no debió ejercer jamás la presidencia de la institución, razón por la cual esta estratagema esgrimida para diluir las elecciones se convirtió en un argumento ad hominem, en contra de sí mismos, adversas lógica et intelligentia.
Flor María Salazar viuda de Tenorio
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Lo más risible, no obstante, es que el nuevo Tribunal Electoral presidido por la señora doña Flor María Salazar viuda de Tenorio, en vez de facilitar el proceso electoral lo complicó peor avalando la absurda consulta a la Procuraduría. En este contexto, una Asamblea General de miembros reunida el pasado día 13 de octubre del año del Señor de 2011 dio luz verde para que el proceso electoral se desarrollara en un momento crucial de la institución, la cual enfrenta una delicada situación, después de un cuatrienio en el que han acontecido graves problemas administrativos y financieros, al parecer, bajo la absoluta responsabilidad del escritor Jorge Dávila Vázquez y el médico Tito Astudillo Astudillo, quienes por más zalagarda que pudieren inventar deberán enfrentar, seguramente, una fiscalización y auditoría a su desastrosa gestión en el período 2007 – 2011.
El obstáculo planteado por el directorio saliente para impedir el proceso electoral nos compele a preguntarnos ab imo pectore: ¿por qué pospusieron las elecciones si no fuese para autoprorrogarse en sus funciones? ¿pretendían esconder algo oscuro y pecaminoso al amparo de este descabellado subterfugio? ¿o aspiraban a evitar una fiscalización o auditoría ejemplarizadora?
Jorge Dávila Vázquez
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Quid pro quo, así, Jorge Dávila Vázquez y Tito Astudillo Astudillo terminan su gestión en un inmenso mar de desconfianza y turbulencia. Por ello, para comenzar con las cuentas claras sobre la mesa, el nuevo directorio de la institución debe contar, prima facie, con esta ineludible acción fiscalizadora. Mucho más si existen, al parecer, malos manejos financieros y cuestionadas acciones administrativas como el ilegal nombramiento del ciudadano Genaro Peña Cordero para la Dirección Administrativa Financiera de la Casa de la Cultura local, la presunta desaparición de bienes institucionales por parte de Marcela Salcedo, actual jefe de compras, la presunta malversación de fondos en la remodelación de la sala «Alfonso Carrasco Vintimilla» y el proyecto SUMAK; el ilegal nombramiento de Jefe de Recursos Humanos a la secretaria de la presidencia, Nancy Ortiz, cuando esta persona ni siquiera posee un título de abogada; el truculento proceso para la administración de la librería «Pedro Páramo», ahora en manos privadas, o la falta de rendición de cuentas de importantes sumas de dinero público, por parte de Jorge Dávila Vázquez y Tito Astudillo Astudillo, entre otras cosas que tienen que ser juzgadas y sancionadas sin compromisos ni componendas con este binomio, ya que se trata de dinero público que debe ser auditado pro Patria et Deo.
Con ataraxia y firmeza, los nuevos directivos deberán ejecutar una acción fiscalizadora para iniciar sus gestiones con paso firme, a fin de garantizar la traslucidez que debe primar como requisito sine qua non en cualquier ejercicio administrativo, a fin de que la labor del nuevo directorio entrante sea honesta, honrada y digna en una ciudad cuyos habitantes suelen ser afectos al buen manejo de la cosa pública.
Hermoso ángulo del Salón del Pueblo, Cuenca - Ecuador
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Lo que menos cuenta en este momento es el falso espíritu de cuerpo que suelen invocar quienes buscan impunidad ante sus trapacerías, típico modus actuandi de los más astutos y listos administradores de las instituciones públicas, quienes por tener la conciencia sucia nunca pueden mirar de frente, mientras a las espaldas actúan como los perros rabiosos que, aunque sarnosos, ladran pero no muerden ante quien denuncia sus tropelías ex tota fortitudine.
Mas estas elecciones surgen en un instante clave de la propia existencia institucional de la Casa, pues, ad referendum, se encuentra casi lista la aprobación legislativa de la nueva Ley de Cultura que viene propiciando el todopoderoso gobierno de la Revolución Ciudadana y en la cual se contempla la implementación del llamado Sistema Nacional de Cultura, por el que varias instituciones públicas del mundo cultural ecuatoriano pasan a integrarse como entes dependientes de este nuevo estamento del Estado.
Este proceso es autoritario y la autonomía de la Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín Carrión» tiene el peligro de desaparecer de un plumazo, ya que la institución se integraría dentro del manejo centralizado de la cultura que este gobierno promueve, con tanta vehemencia, desde el Ministerio de Cultura. No obstante, ad interim, en tanto la Ley de Cultura no está aún aprobada todavía es posible precautelar esta autonomía como patrimonio y paradigma de la libertad ciudadana y por eso, estas elecciones son decisivas para el mundo cultural local y nacional.
Rebus sic stantibus/ Estando así las cosas, los actuales candidatos al directorio de la institución tienen ante sí un reto inexorable: defender esa autonomía tan necesaria en un contexto en el que se han de entender a las manifestaciones culturales como procesos dinámicos, espontáneos y libérrimos, nada sujetos al encasillamiento o al encuadre de sus expresiones bajo un sistema autocrático y centralizado de manejo cultural, en el que se considera, de manera vertical, que los asuntos de la cultura se han de conceptualizar unívocamente para conducirlos bajo una sola guía o directriz o administrarlos al socaire de los más preeminentes principios de integérrima libertad y autonomía volitiva, paradoja inadmisible en un país pluriétnico y multicultural, en donde precisamente la diversidad permite una férrea eclosión de expresiones culturales libres, las cuales no pueden ni deben aglutinarse bajo un impositivo prisma o un dictatorial determinismo, al grito callejero de que «la cultura ya es de todos».
Edificio matriz de la Casa de la Cultura. Quito- Ecuador
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Luis Monsalve Pozo
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In diebus illis, alrededor de este círculo que funcionaba cual «ateneo» habrían de unirse luego preclaros hombres y talentosas mujeres que, como miembros de la institución, consolidaron un prominente prestigio que pronto hubo de crecer ante semejante eclosión de personajes que venían de un contexto cultural en el que brillaban con luz propia junto a intelectuales como Carlos Terán Centeno, César Dávila Andrade, Marycorilé, Alfonso Moreno Mora, Remigio Romero y Cordero, Ricardo Márquez Tapia, Abelardo J. Andrade, Alfonso Andrade Chiriboga, Rigoberto Cordero y León, Luis Cordero Dávila, Carlos Ortiz Cobos, Juan Íñiguez Vintimilla, Remigio Tamariz Crespo, Manuel Corral Jáuregui, Luis Moscoso Vega, entre otros, aunque no todos hayan pertenecido a la institución en calidad de miembros.
De esta manera, los frutos se vieron copiosos, in crescendo, en las espléndidas obras bibliográficas que la institución ha publicado, a lo largo de las primeras décadas, con la imprenta fundada para tales menesteres; en la creación del Archivo Histórico Nacional, uno de los mejores del país; en la formación de la Biblioteca «Manuel Muñoz Cueva», una de las más valiosas de la región; en la salvaguarda de los edificios del Salón del Pueblo, que por poco fueron derribados para la construcción de un horripilante hotel; en la fundación del Museo de Sitio «Manuel Agustín Landívar», lugar epónimo de la memoria cañari, inca y castellana de la morlaquía; en la erección del Instituto Azuayo del Folclore; particular estamento de la Casa de la Cultura; en la consolidación de las secciones del núcleo local, así como en los diversos eventos y proyectos de gran envergadura que la Casa ha fomentado, urbi et orbi, en el trajín de su proficua vida.
No obstante, mutatis mutandis, los tiempos pasan y los personajes se marchan, mas las instituciones se quedan con su fama a cuestas. Por eso, ese prestigio de la Casa de la Cultura del Azuay ha sido, in aeternum, el sino y signo de su sólida presencia en la región, aunque en las últimas décadas, la verdad sea dicha, la calidad intelectual de muchos de sus miembros bajó de categoría porque la membresía no ha sido bien escogida, al punto de que muchos de quienes hoy pertenecen a la institución no poseen los méritos idóneos para ostentar un diploma que los acredite como miembros, al ser parte esencial del llamado «oscurantismo cuencano».
Hace cuatro años, en junio del 2007, decíamos -a manera de parangón- que no existía en la Casa de la Cultura una renovación de sus membresías, por lo que estando casi todos los miembros en la edad provecta, la institución parecía un asilo de ancianos. Mas el binomio Dávila – Astudillo tomó en serio esta comparación y con inaceptable contumelia decidió incrementar las membresías, per fas et per nefas, dentro de un cuestionado proceso de admisión que ha pecado de libertinaje.
Así entonces, post factum, en el año del Señor de 2011, la Casa de la Cultura local cuenta con 254 miembros y para el presidente saliente, Tito Astudillo, 30 de ellos son las nuevas membresías con las cuales -a su decir- «ha remozado a la Casa de la Cultura».
Sin embargo y salvo raras excepciones, muchos de los miembros recién integrados han demostrado una nula actividad cultural y pecan por fulgurar como pishquistas u oportunistas, nativos y forasteros venidos de otros países en busca de mejor vida, sorprendedores que pescan a río revuelto por encontrar un puesto para figurar, aunque sea por el arte de birlibirloque, ora en el parnaso de la morlaquía, en las direcciones de cultura, en la Bienal de Cuenca o el cine, ora en las artes visuales, el teatro, la televisión y las columnas de la prensa local, ora en el plagio de textos de autores enrevesados, en los muros del facebook, las aulas virtuales, ora en las oficinas de cooperativas de ahorro o en el ambón de una aula de clase, ora bajo la sombra de algún ilustre pariente en la eternidad, amén de que muchos de estos novatos integrantes de la institución no demuestran los suficientes méritos para estar en ella con derecho propio, existiendo graves denuncias de que, con tal de admitirlos, se violaron con inverecundia todas las normas y procedimientos que la ley contempla.
Tristis et afflictis, en un momento trepidante de la historia de la Casa de la Cultura es doloroso y lamentable columbrar que sólo se requirieron 4 años y mucha mediocridad y estulticia con el binomio Dávila – Astudillo, para que ese prestigio se fuera al despeñadero y bajase todavía más al abismo de las huestes infernales, reflejando que cuando se vive de las malas artes del engaño se destruye todo principio moral y valor ético que se deberían muy bien guardar en aras de la honestidad que nos hace personas dignas y respetables.
Pero como «et lux in tenebris lucet» o «la luz brilla entre la tinieblas», nunca como hoy, las circunstancias históricas de la institución crean una plataforma para que los ecuatorianos asumamos la obligación de refundar la Casa de la Cultura para vigorizar su presencia y reivindicarla de su larga trayectoria de servicio a la comunidad y su magnífica participación en el desarrollo cultural de la nación.
Espectacular visión de las hornacinas de la pared occidental del Salón del Pueblo, Cuenca - Ecuador
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Es la hora para fijarse en las verdaderas intenciones de las dos listas que se hallan en la contienda ¿Cuál de ellas es la más honesta? ¿Cuál, la que mejor ha planteado su programa? ¿Cuál, la que se encuentra obsecuente con el gobierno de la Revolución Ciudadana para integrar a la institución al autocrático Sistema Nacional de Cultura? ¿Cuál, la que tiene como meta, de veras, una justa rendición de cuentas y auditoría al binomio saliente? ¿Cuál, en fin, la que tiene solvencia para garantizar una mejor gestión a favor del prestigio cultural de la morlaquía?
Los electores han de sentirse moralmente comprometidos para refundar a la institución y rescatarla, ipso facto, con la meta de que un día habrá de volver a ser la atalaya esplendente que alumbra in excelsis desde el horizonte cultural de la morlaquía. Por ello, acudid a las urnas, estimados miembros de la institución, dejad al lado el quemimportismo, comprometeos con la Casa a la que pertenecéis, la que un día os acogió generosamente, meditad en las dos listas y escoged a la que creáis con mejores méritos y buenas intenciones, pues como decía Mahatma Gandhi: «Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena».
Ergo, reflexión y cautela son las dos cosas que el momento histórico exige ante las candidaturas presentadas en esta nueva lid electoral, sensatez es lo menos que podemos pedir mientras el sensus comunis o sentido común es el requisito con el que deben contar los miembros electores para discernir por cuál de las listas de candidatos deben votar, ya que sólo una meditación responsable, cuando la institución vive la peor de sus emergencias, hará que se dilucide la mejor opción para renovar al actual directorio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín Carrión», Núcleo del Azuay.
De esta forma, la presente admonición tiene como fin invitar, extra muros, a todos los 254 miembros de la institución, para que cada uno, motu proprio, con conciencia crítica y espíritu cívico, sepa discernir con la suficiente alacridad mental cuál de las dos listas de candidatos debe asumir la dirección de la institución, pues, al momento de la verdad, el futuro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, depende de un voto responsable entre la pervivencia de una estructura viciosa, corrompida y mediocre que actúa con rabulescas manipulaciones y se remoza con nuevos actores que esconden las mismas artimañas y protervos intereses y la refundación o reivindicación de la entidad a que su presencia vuelva a ser como el faro luminoso de luz esplendorosa que, desde el horizonte cultural de la morlaquía, brilla a la orden de todos los ciudadanos, a los cuales se los debe servir en beneficio de su crecimiento espiritual y humano, que es la base para la consolidación de la cultura e identidad de un pueblo cualquiera.
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, apud flumina Tomebamba, mensis octobris, die XXIII, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXI, in vesperas sollemnitate S. Antoninus Ma. Claret, in XXX Dominica per annum.
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