Santa Ana de los Ríos de Cuenca, noviembre 23 del año del Señor de 2015
In octava sollemnitate Christus Regem Universorum
Ing.Marcelo Cabrera Palacios
Alcalde de Cuenca
Ciudad.
De mi consideración:
SALUTEM DICIT
Desde hace varios meses, a través de la prensa, ha dádose a
conocer que los vitrales de la iglesia de San Alfonso «presentan un alto grado de deterioro por la falta de mantenimiento y el
paso del tiempo», mientras conócese que el gobierno de Francia, a través de su
embajada, apoya la restauración de estos bienes patrimoniales, debiendo el
Municipio de Cuenca aprobar una consultoría para conocer el estado de los vitrales.
En la Dirección de Áreas Históricas y Patrimoniales, el arquitecto Pablo Barzallo ha denunciado que dicha consultoría presentada por Patricio León Bustos es inconveniente para los intereses de la ciudad. Ex admirationem, dentro de ella plantéase un viaje a Francia para que León Bustos se capacite en la
restauración de vidrieras. Sin embargo, Señor Alcalde, ninguna consultoría
debería contemplar el pago de un viaje al exterior para que el consultor adiéstrese en cómo restaurar bienes patrimoniales que deberían ponerse en manos
profesionales, por lo que, ab initio, tenemos ya una grave irregularidad frente
a este asunto de vital importancia para Cuenca, irregularidad que podría ser sancionada por la Contraloría General del Estado, en perjuicio de su propia administración municipal.
Una nota de diario El Tiempo, del pasado 29 de julio, es de
veras preocupante cuando anuncia in scriptis: «El viaje del vitralista Patricio León a
Francia, se adelantó, pese a que se desconoce si la consultoría será elevada al
portal de compras públicas por parte de la Municipalidad de Cuenca. El viaje se
da, luego de siete años de conocido el estado crítico de los vitrales de San
Alfonso». Esto constituye, quid pro quo, Señor Alcalde, otro aspecto raro que no debería haberse permitido si hemos de considerar las normas de auditoría que la Contraloría General del Estado suele tener para verificar el uso de los fondos públicos in communitate nostra.
Según Carmen Moreno, cónsul honoraria de Francia en Cuenca,
leemos en diario El Tiempo: «Ella dio a conocer que el vitralista cuencano viajará
al reconocido taller de restauración Ateliers Loire, ubicado en la ciudad de
Chartres, donde permanecerá dos semanas, adiestrándose en la técnica de la
grisalla, técnica pictórica sobre vidrio usada por el creador de los vitrales
de San Alfonso, Henri Louis Victor Gesta».
Las declaraciones de la cónsul de Francia, Señor Alcalde, son de veras
preocupantes cuando, más allá de las inconsistencias que tiene la consultoría
que no ha aprobádose hasta el momento, da cuenta implícitamente de que León, al parecer, no está
capacitado para realizar este proceso de restauración y requiere ir a
adiestrarse en la récnica de la grisalla para poder ejecutar este trabajo.
Existen graves
denuncias ciudadanas en el sentido de que Patricio León, vitralista por más de
30 años en Cuenca, ha realizado durante su vida una serie de trabajos en vitrales, los
cuales son de pésima calidad y reflejan quizás una ausencia de dotes artísticos a nativitate, lo que, al parecer, nos alerta sobre el hecho de que este profesional no es
el más idóneo para restaurar las vidrieras de la iglesia de San Alfonso.
Para su mejor conocimiento, Señor Alcalde, publicamos hic et nunc algunas
fotografías que reflejan los trabajos de muy mala calidad ejecutados por Patricio León
Bustos dentro del país, con lo cual podemos constatar la peligrosidad que entraña, para las vidrieras patrimoniales de la iglesia de San Alfonso, si su restauración es entregada a este personaje.
Ad exemplum, veamos los vitrales de la catedral de Guaranda y también aquellos de la iglesia de San José de Chimbo, que fueron realizados por León Bustos y constituyen algunos de sus peores trabajos en la opinión generalizada de la crítica especializada.
Como puede verse ut supra en las imágenes, Señor Alcalde, a tan solo 20 años de haber sido ejecutadas estas obras las roturas de estas vidrieras reflejan la mala calidad con la que fueron elaboradas, sin que exista en la actualidad ningún sistema de recuperación de estos elementos que deslustran a los templos arriba mencionados.
Por otra parte, conviene señalar que cuando los vitrales de una iglesia son elaborados con la vieja técnica llamada como «cañuela», con el pasar de las décadas y los siglos las vidrieras suelen «pandearse» o «torcerse», pero cuando dicho «pandeado» acontece tempranamente estamos ante el caso de inútiles vitralistas que no tienen experticia para el arte de la vidriera. Este es el caso de la catedral de Guaranda, en donde puédese contemplar que en apenas 2 décadas el pandeado de sus vitrales es espeluznante, como lo podemos confirmar in honorem veritatis en la siguiente imagen:
Las roturas de las vidrieras en la catedral de Guaranda, exempli gratia, son de tal calibre, que inclusive, en algunos vitrales, han desprendídose ex integro grandes paneles, lo cual refleja un precario trabajo en la técnica de la cañuela, que es el sistema con el que fabricáronse estos elementos del templo catedralicio de la ciudad de Guaranda y que, al parecer, León Bustos no lo domina como lo hace un verdadero vitralista.
Por otro lado, en las imágenes precedentes puédense observar graves defectos compositivos en los dibujos de las vidrieras, hecho que, desde nuestra experiencia en la crítica de arte, demuestra ipso facto que las obras no guardan los más elementales principios de perspectiva y composición, ya que en las imágenes no se plantea adecuadamente el horizonte, toda vez que cada personaje o elemento muéstrase pésimamente dibujado o sobrepuesto con grosería, en una atmósfera horribilis et terribilis, en donde -con el correr de los años- los rostros de los personajes han desdibujádose completamente, a la vez que esta horrorosa forma de realizar las figuras refleja inter nos una falta de creatividad, pues los modelos que sirvieron para ejecutarlas son seguramente copias de estampas que fueron elaboradas, en el dibujo, por una persona que, en el trazo, denota la ausencia de dotes peculiares para el manejo de la figura humana y el paisaje.
Es sorprendente leer, luego de contemplar estas deplorables obras de Patricio León Bustos, sus declaraciones a la prensa, en diario El Tiempo, cuando el 29 de julio pasado léese de verbo ad verbum en dicho matutino: «Además, León explica que luego de la visita a Francia, los conocimientos adquiridos deberían ser aplicados durante la ejecución de la consultoría, previo a la restauración de los vitrales. Este proceso requerirá de la implementación de un equipo de profesionales».
Señor Alcalde, el caso es muy grave, pues si un profesional cualquiera es incompetente, al parecer, a maxima ad minima, resulta más peligroso que se hable de conformar un equipo para ejecutar estos trabajos de restauración. Tanto más cuando existen otros ejemplos paradigmáticos de esta falta de experticia de Patricio León en la iglesia de Patate, en la catedral de Portoviejo, en el templo de San Juan María Vianney, en Guayaquil; en San José de Chimbo y en el templo de San Vicente que hállase frente al cantón El Pan, en la provincia del Azuay, del cual compartimos las siguientes imágenes con el agravante de que estos vitrales realizados hace 20 años también han sido restaurados por el mismo señor León hace 10 años y ya encuéntranse nuevamente con serias afectaciones ad contemplationem nostra.
Partes de las vidrieras en la iglesia de San Vicente comienzan a desintegrarse debido a que el uso de la técnica de la cañuela no es lo suficientemente profesional para que las obras puedan tener, ab aeterno, un largo período de duración.
Mientras tanto, los rostros de los personajes, que en apenas una década fueron repintados con pintura de auto o con pigmentos nada apropiados, han iniciado una vez más el proceso de desfigurarse por la mala calidad de los materiales para pigmentar en el vidrio, lo cual es un error técnico muy recurrente en las obras aquí analizadas y refleja, cum clara lux, que el vitralista Patricio León no conoce la técnica de la grisalla, que es la idónea para estos menesteres. No está demás señalar, ad concludendi, que resulta deshonesto utilizar pintura de auto o de ferretería para hacer vidrieras cuando es la grisalla el apropiado sistema para pigmentar un vidrio. Actuar de esta manera, sin saber utilizar la grisalla, implica un atentado en contra de la ética profesional que un vitralista cualquiera debe guardar super omnia in vita suam.
Señor Alcalde, los vitrales de la iglesia de San Alfonso de Cuenca deberían ser entregados a un experto vitralista, pues trátanse de bienes patrimoniales que a pesar de haber sido instalados entre 1882 y 1888 -traídos directamente desde Francia- no muestran para nada los graves procesos de deterioro de las vidrieras que hemos analizado en este espacio de crítica y opinión cultural.
Se denuncia que usted está siendo objeto de graves presiones para que esta restauración sea adjudicada por palanqueo y no por un criterio objetivo que permita que este trabajo caiga en manos responsables, lo cual es gravísimo pues no puédese aceptar que la primera autoridad de la ciudad sucumba al interés particular, que siempre engarbulla a los alcaldes con las malas artes del engaño, en vez de priorizar el interés colectivo, que debe ser siempre el verdadero leit motiv de sus actuaciones como burgomaestre de la ciudad «Atenas del Ecuador».
Sin otro particular por el momento, suscribo atentamente señalando, in veritas et iustitia, que mi intención en este espacio es lanzar una alerta en defensa de las vidrieras de San Alfonso, las cuales, con sus motivos geométricos y elementos decorativos y junto a las figuras de santos y santas que en admirable policromía embellecen al templo redentorista de diseño gótico sean de veras precautelados buscando al mejor profesional y no a quienes en su trayectoria han demostrado bastante negligencia y falta de capacidad artística para llevar a cabo esta valiosa labor in Concha, apud flumina Tomebamba.
Diego Demetrio Orellana
In Concha, apud flumina Tomebamba, mensis novembris, die XXIII, octava sollemnitate Christus Regem Universorum, AD MMXV
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