«Ad Deum qui laetificat vita
nostra»
Cuando el Creador es quien guía nuestras existencias las grandes cosas
ejecutadas por el hombre han sido siempre dedicadas a «Dios, que alegra nuestra vida», como dice, en la maravillosa y
culta lengua latina, la frase introductoria de esta nota sobre el libro BODAS DE ORO DE LA IGLESIA MATRIZ DE GUALACEO, preparado con motivo de cumplirse 50 años de la inauguración de este templo el próximo día 8 de diciembre del año del Señor de 2012, en la
festividad universal de la Inmaculada Concepción.
En efecto, hace 50 años, el 8 de diciembre de 1962, Monseñor Miguel Cordero Crespo, Vicario General de la Arquidióceis de Cuenca, inauguraba solemnemente este templo
construido por espacio de una década, desde el 20 de abril de 1952, iniciado
bajo la dirección del P. Tarquino Muñoz Burgos y levantado por el dinámico y
entusiasta P. Guillermo Andrade Moreno, Vicario de Gualaceo in illo tempore, con el esfuerzo y la
generosidad de los gualaceños, siempre abiertos a las grandes manifestaciones
espirituales que permiten, cum affectio
originalis, la realización de gigantescas empresas para la mayor gloria de
Dios.
Y es que construir una iglesia de grandes proporciones en una ciudad
pequeña es de veras un emprendimiento de altos quilates, solo posible de
consolidar con fe y compromiso solidario, pero sobre todo con la voluntad
colectiva de toda una comunidad que cree en su destino y busca su
engrandecimiento con la pasión que el amor a la patria reclama diem per diem.
De esta manera, la iglesia matriz del pueblo al que desde inmemoriales
tiempos se lo conoce como el «Jardín Azuayo» se ha constituido, ab aeterno, en un ícono arquitectónico
de singular prestancia y emblema inconfundible del espacio urbano en el que se
erige esplendorosa la progresista ciudad de Santiago de Gualaceo, «Patrimonio
Cultural del Ecuador» y centro importante de desarrollo de la provincia del
Azuay.
No obstante, el templo guarda un precioso legado de las dos iglesias
que lo precedieron, con una serie de imágenes religiosas elaboradas desde la
Colonia y la época republicana, tanto en pintura y escultura, como con un
retablo revestido de pan de oro de 24 kilates que se instalará en el antiguo
baptisterio del templo y que formará parte del museo religioso que se viene
gestando en la comunidad gualaceña para albergar bellos tesoros patrimoniales
que pertenecieron tanto a la primera iglesia colonial de Gualaceo erigida desde
cuando, por la década de 1540, establécese un asiento minero de especial importancia
para la Corona española, como a la segunda iglesia matriz, levantada por el año
de 1851, cuando es consagrada para ser un ícono representativo de la hermosa
arquitectura republicana que se ha gestado en el Ecuador entero, con signos
inconfundibles de estética y belleza, y que tuvo que ser derribada un día, a
inicios de la década de 1950, para dar paso a la construcción de la actual
iglesia matriz, símbolo arquitectónico de Santiago de Gualaceo, que permanece
como un legado patrimonial para las presentes y futuras generaciones y se erige
in crescendo como núcleo fundamental
de la actividad pastoral del Jardín Azuayo hodie
et nunc et semper.
Convencido de que «verba volent
scripta manent/ las palabras vuelan y los escritos quedan» el actual
vicario de Gualaceo, R.P. Julio Castillo Bernal, ha querido promover este libro,
en el Año de la Fe, para un mejor conocimiento de la historia de este monumento
patrimonial, que es orgullo de los habitantes de Santiago de Gualaceo y
testimonio eterno de la fe cristiana que sigue siendo el verdadero leit motiv de la vida de esta comunidad
tan ejemplarmente afecta a los goces del espíritu pro Patria et Deo.
Una publicación como la que esta nota reseña, que aborda
la historia del ícono arquitectónico de la ciudad de Gualaceo, no debe omitir
una relación histórica de la urbe en la cual este símbolo arquetípico se
asienta ad futuram rei memoriam, por
lo que la obra principia con una sinopsis histórica del jardín Azuayo, pueblo
con un pasado esplendoroso que ha forjado su condición de comunidad
progresista, cultural y sobre todo espiritual por donde quiera que se la
considere.
Esperamos que la lectura de estas páginas contribuya también para
acrecentar ese fervor cívico que permite, a los ciudadanos de cualquier lugar
del planeta, amar a la tierra propia para precautelar mejor sus bienes
colectivos, pues solo cuando conocemos lo que debemos amar podemos salvaguardar
mejor esas riquezas del patrimonio cultural material e inmaterial que son parte
de la esencia de nuestra identidad cultural y personalidad histórica.
Diego Demetrio Orellana
Datum Concha, apud flumina
Tomebamba, ad initium mensis decembris, die VIII, reparata salute Anno
Dominicae Incarnationis MMXII, in sollemnitate Benedicta Maria Virginis, Regina
sine labe originalis concepta, in Annus Fidei MMXII - MMXIII.
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