Ad effectum viddendi, «LAS FOTOS HABLAN MÁS QUE MIL PALABRAS», como proclama el dicho popular de nuestra prodigiosa lengua de Castilla, al graficar el «sensus vero» o «sentido verdadero» de la prístina realidad de un acontecimiento que pervive, desde la fotohistoria, como indeleble testimonio de algo que débese perpetuar ad futuram rei memoriam in societatis historia. Así pues, la imagen que capitula este artículo muéstranos, de vehementi, al sufriente rostro del cuestionado vicerrector dominico del Borja, ex padre eudista, quien revélase beatífico, piadoso, místico y ascético al cantar el himno a la Mater Dolorosa, tristis et afflicta sicut mater lacrimosa in conchense collegium Rafael Borja.
No obstante, las histriónicas poses del cuestionado vicerrector dominico ante la sacrosanta efigie de la Mater Dolorosa dan cuenta, al parecer, de un verdadero teatro de la falsía, en tanto complícase entender cómo puede un febricitante amante de la Morenica del Rosario fungir de beatífico prosélito de la amantissima Dolorosa del Colegio, traicionando el carisma dominicano que básase en el «laudare», «benedicere» et «praedicare», nada compatible con el espíritu jesuítico de nuestro Santísimo Padre Ignacio de Loyola, primus praepositus generalis Societatis Iesu.
Ex contradictionem, en la Santa Madre Iglesia sorprende a diario el modus actuandi de quienes acuéstanse una noche con las dominicas para amanecer abrazados a los
jesuitas, pues en el planeta la falta de autenticidad en los carismas es una
feria de falsarias convicciones que ocultan indecorosas felonías en este mundo
traidor, en donde nada es verdad ni mentira, pues todo contémplase dependiendo
del cristal con que se mire.
Pero si la beatífica pose del ex cura eudista hácenos pensar en la mística piedad a la Mater Dolorosa, en el querido colegio Borja, de la cual inficiónanse con hipocresía tantos espíritus chocarreros in conchense collegium Borja, parece todavía más estupefaciente el semblante del ex cura Héctor Cedeño, quien muéstrase ascético, a capite ad calcem, cual modoso arlequín de insólitas ventoleras in persona Christi capitis ab intra Societatis Iesu.
Ni qué decir tiene del cuestionado director de desarrollo institucional del
Borja, quien devélase como un hábil teatrero fingiendo quizás una espiritualidad que
no posee ante la dulcis Virgo María, mater Dolorosa semper afflicta, puesto que
su semblante fue captado ante las cámaras en un trepidante instante en que el
llanto de plañidera casi aflora copioso como lágrimas de cocodrilo, tristis
et afllictis in via Dolorosa.
Mas siguiendo con el sainete del himno dolorosiano, que vuelve pletóricos de histeria a los colaboradores ignacianos in conchense collegium Borja, no es menos digno de estupefaciente admiración la mística contemplación de la ex reverendissima madre franciscana Patty Matailo, OFM, rectora de la Unidad Educativa Particular Borja, quien aparece realmente como una mater lacrimosa, semper afflicta in Societate Iesu.
Demás está analizar la fosca presencia de la prieta silueta del cura que debiendo ser el rector del Borja es el poder tras el trono de la ex reverendissima Patty Matailo, exhibiendo el extraño cargo de «ASISTENTE PARA LA MISIÓN DE ASESORAR A LA EX REVERENDISSIMA MADRE FRANCISCANA» inter nos in conchense collegium Societatis Iesu in urbe nostra dilectissima. Y es que la experiencia nos confirma que la hipocresía es el caldo de cultivo de falsos personajes que ocultan pro tempore sus verdaderos sentimientos en la dupla Freire Calderón. Así, todo descúbrese un día y el adventicio o enmascarado fariseo cáese fortuitamente develando su vera effigies de taimado y zaino ser, tal como el incandescente fuego que, sub specie instantis, hace erupcionar a los volcanes.
Quid pro quo, podríase
decir acaso que solo el rostro del pánfilo padre Luis Chacón, SJ, que ha recuperado
su antiguo cargo de director de pastoral, parece sincero y auténtico al momento
de cantar el himno a la Dolorosa del Colegio, en una ceremonia del pasado 20 de
febrero in honorem Matris Dolorosae, virgo veneranda et prudentissima in
conchense collegium Rafael Borja.
In stricta veritas, desde la ironía, que es un estilo literario, devélase el teatro de la falsía en la formación ignaciana del querido colegio Borja. No considerar esta circunstancia engolfaríanos para criminalizar a la ironía, lo cual es un despropósito que plantea algunas interrogaciones pertinentes hic et nunc: ¿Desde cuándo la ironía deberíase criminalizar? Si así fuese, entonces ¿Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Luis de Góngora, Juan Montalvo, Fray Vicente Solano, Manuel J, Calle, Enrique Jardiel Poncela, supremos maestros de la ironía, inter nos, deberían haber terminado en las cárceles por haber sido irónicos en la pluma? Es digno de estolidez recurrir a absurdos mecanismos de intimidación por parte de figuras cuestionadas y temerosas al escrutinio ciudadano en un Estado social de derechos en donde garantízase la libertad de expresión como un derecho humano que no puédese conculcar, pues desde la pluma ejércese el derecho de denunciar a vergonzantes autoridades jesuiticas in patria nostra aunque escáldense incurriendo en infames persecuciones a gentes de libérrimo espíritu y ánimo levantisco, que alzan la voz ante actuaciones que avergüenzan al mundo jesuítico, al paroxístico límite de la decencia. Olvídase que con la pluma fórmase la conciencia crítica de la gente, al visibilizar coram populo las faltas que cométense en la formación ignaciana en quienes hállanse al vaivén del escrutinio ciudadano crítico ante omnia et super omnia.
Qué duda cabe que en tiempos de hipocresía toda sinceridad tiene cara de cinismo al contemplar que la beatería dolorosiana es contagiosa, cual infame virus del COVID, dentro de la Unidad Educativa Particular Borja, en una malhadada época de la peor debacle moral del otrora prestigioso colegio jesuítico in vita communitatis, apud flumina Tomebamba in provintia aequatorianae Societatis Iesu, quosque habemus mysterium iniquitatis in calamitatis via ad maiorem Dei gloriam, sicut dixit Sancte Ignatius a Loyola in historia ecclesiae et in Societate Iesu.
Diego Demetrio Orellana
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