In sollemnitate Epiphaniae Domini, en el día de
la Epifanía del Señor fijémonos en el carácter lingüístico de la palabra, pues
la riqueza de su significación es digna de apreciar: «Epifanía» es un término
que viene del griego y significa «manifestación». Rememora la «revelación» de
la grandeza del Señor, a los magos de Oriente, en el portal de Belén. Su
«manifestación» o «Epifanía» como Rey de Reyes y Señor de Señores.
El término pasó de la lengua
griega al Latín como «Epiphania» manteniendo su significación, gracias a la
influencia del cristianismo en la cultura de la antigua Roma. Desde la culta e
inigualable lengua latina, madre nutricia de nuestra hermosa lengua de
Castilla, devino a ésta como «Epifanía» y la Real Academia de la Lengua
Castellana ordena que la palabra escríbase siempre con mayúscula.
Teniendo entonces como referencia
a las Sagradas Escrituras, verbum
Domini in mundum univerrsum et super omnia in nostra Sancta Mater Ecclesia,
puédese inferir que estos «magos» atesoraban conocimientos astronómicos, ya que
fueron orientados por una estrella, en su camino al pesebre, donde había
nacido el Mesías, el Señor, Iesus
Nazarenus, Rex Iudearum/ Jesús Nazareno, Rey de los judíos.
Asimismo, el relato bíblico dice, in veritas
semper fidelis, que
tuvieron un encuentro infausto con Herodes, rey de Jerusalén,
quien indagaba las profecías que hablaban del Niño Jesús
como el nuevo rey de los judíos. Herodes,
obsesionado por la celotipia con el Divino Niño, mandó a sus tropas
sanguinarias para que mataran a los menores de dos años, hecho conocido
como la «matanza de los santos inocentes».
En el friso de la iglesia de San
Apolinar Nuevo (Rávena, Italia) aparecen por primera vez estos personajes,
en la Edad Media. En la lengua germana los nombres de los magos son:
«Melchior», «Hiespar» y «Walthauser». Así lo dice el historiador Beda, en su
libro intitulado «De temporibus liber» (VIII). Estos nombres, en la lengua de
Castilla, los conocemos como Melchor, Gaspar y Baltasar.
Los testimonios más antiguos
afirman que los magos procedían de Persia, otros hablan de Caldea, sitio en
donde surge la Astronomía in historia mundi. Nuestra Santa Madre Iglesia, mater nostra in persona
Christi, quiso representar en los magos las edades y
razas de los hombres. Por esta razón, la imagen de Melchor es
la de un anciano de tez y barbas blancas, mientras Gaspar es joven y
rubio, en tanto Baltasar es un adulto en la madurez de su vida y es de
raza negra.
Esta tradicional iconografía de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana los ha representado con recipientes de oro, incienso y mirra en sus manos. En la doctrina católica romana, per se, llena de simbología, cada regalo significa una cosa muy precisa para representar al Mesías: el oro es su naturaleza real, el incienso su naturaleza divina, pues Nuestro Señor Jesucristo es Dios y Hombre verdadero. No de otra manera interprétase que el color amarillo es un color de la sabiduría, cuyo esplendor brilla sobre la cabeza de los iniciados como una aureola de luz.
La mirra tiene un significado de la inmortalidad, por
ello es que, ab immemorabili, la mirra servía para embalsamar los cuerpos y
preservarlos de la descomposición, toda vez que también la mirra significa, in
historia mundi, el dolor y el sufrimiento de quien habría de dar su
vida, usque ad
sanguinis effusionem, para la redención del género humano.
Ad concludendi, el incienso significa que Cristo, Dominus ac Redemptor
pro omnes gentes, era un sacerdote. El incienso es por lo tanto la
representación del campo religioso, del corazón y del amor.
Por otro lado,
los reyes magos han llevado a Cristo obsequios ligados con tres mundos muy
singulares: el pensamiento, el sentimiento y el cuerpo físico, cada uno con sus
propias peculiaridades ad gentes bonae voluntatis.
De las rememoranzas de los Reyes
Magos surgió la creencia de que ellos traen regalos el 6 de enero, festividad
de la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo. De allí, la costumbre de regalar
cosas a los niños. Ergo, en la ciudad
de Colonia, Alemania, créese que en su famosa catedral hállanse los
restos de los magos de Oriente, los cuales están depositados en un
precioso relicario que ha sido atribuido a la escuela del orfebre Nicolás de
Verdún.
El relicario existe hasta hoy y
los restos que contiene se identifican, concordet
catholica traditio, desde
el siglo XII, con los de los reyes magos, siendo su historia el reflejo de las
tensiones políticas de la Edad Media. In
via veritatem ad inquirendam, la
construcción misma de dicha catedral relaciónase con la llegada
de las reliquias a Colonia en el año de 1164, las cuales, según la
tradición, fueron traídas desde Milán por el arzobispo de la ciudad,
Rainald von Dassel, el cual fue nombrado en 1156, donec aliter
provideatur, como canciller del Sacro Imperio Romano Germánico
por el emperador Federico Barbarroja.
Cuenta la Historia, magistra vitae, que la idea de Rainald fue construir
una catedral gótica sin parangón en el mundo de
la cristiandad, a fin de que fuese sepulcro para los
reyes mientras simbolice, sicut
lumen in caelis, una réplica de la Jerusalén celestial.
La presencia de los restos
en Milán se explica, in
honorem veritatis, porque Rainald von Dassel apropióselos como botín de guerra, luego de la conquista de la ciudad por parte de las
tropas de Federico Barbarroja.
La tradición católica romana dice
que, en el siglo IV, el emperador Constantino de la Roma
imperial, regaló, ab
imo pectore, las reliquias a San Eustorgio, obispo de
Milán, después de que su madre, Santa Elena, las recuperara durante un viaje a
Palestina.
El hecho de que las reliquias
hubiesen llegado a Milán procedentes de Palestina -con escala en
Constantinopla- ha suscitado dudas, puesto que en el evangelio de San
Mateo dícese que, después de adorar al niño Jesús, secundum Sancti
Evangelii, los
Reyes Magos volvieron a sus países en donde presúmese que habrían muerto y
estarían enterrados.
Por ello, puédese inferir que la
historia de las reliquias de los reyes magos es una leyenda fraguada por
Rainald von Dassel con intenciones políticas. De hecho, in stricta veritas et iustitia, no
hay ningún texto que hable de las reliquias que sea anterior al siglo XII ni
noticias de un culto a las mismas, ni en Milán ni en Constantinopla. Rainald
von Dassel era un firme defensor de la idea de que el poder del emperador venía
directamente de Dios y que por consiguiente no necesitaba de la bendición del
Papa.
Estas
historias legendarias son importantes en el aspecto cultural de la Iglesia
Católica Romana y resultan curiosas, ex
admirationem. No
obstante, en nada desmerecen, exceptis,
excipiendis, la
importancia de los reyes magos en la vida de Nuestro Señor Jesucristo, Redemptor
hominis, a
quien reverenciaron, en su «Epifanía», como Rey de Reyes y Señor de todo el
universo.
His cum affectibus vobis et gratia copiosa, Pax et
fraternitas,
* DIEGO
DEMETRIO ORELLANA
DATUM
CONCHA, APUD FLUMINA TOMEBAMBA,
IN SOLLEMNITATE SANCTA EPIPHANIAE, ANNO DOMINI MMXVI
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