In sollemnitate Paschali
Señor Marcelo Aguirre
Interventor del Ministerio de Cultura
para la Bienal de Cuenca.
QUITO
Estimado Marcelo:
Hanc litteram visusus, salutem et respectum
Acogiendo tu pedido de que se te envíen sugerencias y comentarios para el proceso de reestructuración de la Bienal de Cuenca, me permito, hic et nunc, dirigirte estas líneas, ab imo pectore, para decirte –de manera frontal- lo que ya he expresado, in corpore presente, en las dos sesiones convocadas, en los últimos 10 días, con diversos actores culturales de la ciudad para debatir sobre la Bienal de Cuenca.
Lo hago, in scriptis, porque estoy profundamente convencido que, verba volent, scripta manent/ las palabras vuelan, los escritos quedan, y considero pertinente que las siguientes opiniones personales sean leídas al interior del Consejo Directivo de la Fundación Bienal de Cuenca.
Mi primera sugerencia es la realización de una auditoría a la Bienal de Cuenca, pues la Contraloría General del Estado debería verificar cómo se han manejado durante 23 años los recursos públicos entregados a la institución. Es lamentable que nos enteremos que del presupuesto anual de la Bienal de Cuenca el 70% se gasta sólo en salarios y asuntos burocráticos, mientras que el 30% se destina a inversión. El Gobierno Nacional entrega 300.000 dólares anuales a la Fundación Bienal de Cuenca y la Municipalidad de Cuenca destina todo el tiempo recursos económicos, por lo que se trata de dinero público que debe ser auditado pro Patria et Deo.
Lo hago, in scriptis, porque estoy profundamente convencido que, verba volent, scripta manent/ las palabras vuelan, los escritos quedan, y considero pertinente que las siguientes opiniones personales sean leídas al interior del Consejo Directivo de la Fundación Bienal de Cuenca.
Mi primera sugerencia es la realización de una auditoría a la Bienal de Cuenca, pues la Contraloría General del Estado debería verificar cómo se han manejado durante 23 años los recursos públicos entregados a la institución. Es lamentable que nos enteremos que del presupuesto anual de la Bienal de Cuenca el 70% se gasta sólo en salarios y asuntos burocráticos, mientras que el 30% se destina a inversión. El Gobierno Nacional entrega 300.000 dólares anuales a la Fundación Bienal de Cuenca y la Municipalidad de Cuenca destina todo el tiempo recursos económicos, por lo que se trata de dinero público que debe ser auditado pro Patria et Deo.
Es cuestionable que una de las razones para prorrogarse en las funciones directivas de la Fundación Bienal de Cuenca haya sido el salario de más de 3.500 dólares mensuales de su director ejecutivo vitalicio, quien sabiendo que su cargo dura sólo dos años, para perpetuarse en sus funciones un tiempo más -por el arte de birlibirloque- astutamente, no dudó jamás en convertir a la bienal en trienal, para aducir que por falta de recursos económicos una edición del certamen debía ser postergada ad multus annus. Con este modus actuandi, parece ser que la dirección de la Bienal de Cuenca ha sido una dorada beca, mientras a la vez, se creían predestinados -ad nativitatem et ab aeternum- para estar enquistados en dicho espacio público que ha sido manejado como un feudo.
Pero pasando a otro tema, en mi criterio personal, uno de los más acuciantes problemas de la Bienal Internacional de Cuenca es su falta de identidad. Diez ediciones llevadas a cabo desde el año 1987 no han logrado prodigar una fuerte personalidad propia al evento. Ab initium, parecía que el certamen se perfilaba como una bienal latinoamericana, pero a partir de la IV edición, en 1994, se amplió su campo de acción y se volvió un concurso eurocentrista, cuando empezaron a invitar a varios artistas europeos hasta que, en la última edición del pasado año 2009, el certamen alcanzó una dimensión planetaria, al haber traído a concurso a delegaciones de Egipto, España y otros más. Esa falta de identificación de la Bienal de Cuenca la ha dejado todavía sin una personalidad auténtica, lo cual es de lamentar y corregir sub specie aeternitatis.
Más, la falta de identidad de la Bienal de Cuenca subyace también en su concepto, pues en 23 años aún se divaga en el hecho de que el certamen, nacido como una bienal de pintura, debe ampliar su cobertura a las múltiples expresiones del arte contemporáneo, si bien los criterios más sensatos existentes sobre el evento se acercan más a esta segunda perspectiva, lo cual es muy importante para esa búsqueda de identidad que la esencia de la bienal reclama, si se ha de estar en concordancia con los nuevos tiempos que vivimos al inicio del tercer milenio de la era cristiana.
La conceptualización de las diversas ediciones ha sido un frecuente ensayo de vagos y diletantes discursos sobre aspectos del arte contemporáneo que, tanto por el farragoso modo de redactar cuanto por el enrevesamiento de los conceptos, devinieron a veces, en audaces tomaduras de pelo. La culpa está en determinados pontífices del arte cuencano, erigidos como voces autorizadas del movimiento artístico en la morlaquía y que, pretendiendo que todo el mundo es ignorante, han hecho de las suyas para crear elucubraciones con cosas abstrusas implicadas en el orden semiótico, ideológico y estético, que se convierten en los peores temas para una bienal. Así entonces, hodie et semper, se han burlado, urbi et orbi, de la inteligencia de los cuencanos.
Pero pasando a otro tema, en mi criterio personal, uno de los más acuciantes problemas de la Bienal Internacional de Cuenca es su falta de identidad. Diez ediciones llevadas a cabo desde el año 1987 no han logrado prodigar una fuerte personalidad propia al evento. Ab initium, parecía que el certamen se perfilaba como una bienal latinoamericana, pero a partir de la IV edición, en 1994, se amplió su campo de acción y se volvió un concurso eurocentrista, cuando empezaron a invitar a varios artistas europeos hasta que, en la última edición del pasado año 2009, el certamen alcanzó una dimensión planetaria, al haber traído a concurso a delegaciones de Egipto, España y otros más. Esa falta de identificación de la Bienal de Cuenca la ha dejado todavía sin una personalidad auténtica, lo cual es de lamentar y corregir sub specie aeternitatis.
Más, la falta de identidad de la Bienal de Cuenca subyace también en su concepto, pues en 23 años aún se divaga en el hecho de que el certamen, nacido como una bienal de pintura, debe ampliar su cobertura a las múltiples expresiones del arte contemporáneo, si bien los criterios más sensatos existentes sobre el evento se acercan más a esta segunda perspectiva, lo cual es muy importante para esa búsqueda de identidad que la esencia de la bienal reclama, si se ha de estar en concordancia con los nuevos tiempos que vivimos al inicio del tercer milenio de la era cristiana.
La conceptualización de las diversas ediciones ha sido un frecuente ensayo de vagos y diletantes discursos sobre aspectos del arte contemporáneo que, tanto por el farragoso modo de redactar cuanto por el enrevesamiento de los conceptos, devinieron a veces, en audaces tomaduras de pelo. La culpa está en determinados pontífices del arte cuencano, erigidos como voces autorizadas del movimiento artístico en la morlaquía y que, pretendiendo que todo el mundo es ignorante, han hecho de las suyas para crear elucubraciones con cosas abstrusas implicadas en el orden semiótico, ideológico y estético, que se convierten en los peores temas para una bienal. Así entonces, hodie et semper, se han burlado, urbi et orbi, de la inteligencia de los cuencanos.
En este contexto, las falencias de la Bienal de Cuenca son notables en diversos aspectos, tales como las áreas administrativa, educacional, comunicacional, manejada por personas que ofenden todo el tiempo a la lengua castellana, la pésima selección de guías y el permanente divorcio entre el evento artístico, los artistas y el público que lo visita.
El variopinto abanico de propuestas artísticas que se han mostrado en las diversas ediciones del certamen cada vez desconcierta a muchos y entusiasma a pocos. Incertidumbre, inseguridad, duda: esas son las reacciones de los visitantes. El público –sea dicha la verdad- no está capacitado para entender tales propuestas, lo que demuestra que la bienal no ha tenido –a pesar de sus dos décadas a cuestas- un rol educativo para la comunidad a la que, obligada está a servir.
Si ni siquiera cuando el evento mostraba exuberantes propuestas pictóricas hubo una adecuada formación al público para que comprendiese el arte moderno, ¿cómo entonces se puede pedir hoy que la gente entienda las nuevas propuestas de Artes Visuales que van desde la fotografía al arte digital, pasando por el vídeo y las instalaciones? En consecuencia, los públicos de la Bienal siguen siendo «elitistas» y el pueblo llano no asiste a ella, permaneciendo frente al arte contemporáneo in partibus infidelium/en lugar de infieles.
A estas alturas, se puede columbrar que 23 años de vida institucional no han posibilitado de ninguna manera una educación artística para la gente de la urbe y el certamen se vuelve un asunto de novelería cada vez que se lo inaugura, para luego –cual estrella de brillo intermitente- dejar de alumbrar hasta la siguiente edición del concurso.
Los procedimientos utilizados para elegir a los curadores han estado siempre a la zaga de lo que habría de esperarse con un actuar correcto. Por esto es que la selección de las delegaciones artísticas nacionales y regionales ha sido muchas veces cuestionada por su poca o nula representatividad y calidad.
No obstante y a pesar de este diagnóstico, supérstite los graves problemas internos que adolece, nadie niega que la Bienal de Cuenca es hoy el evento cultural más importante del país y, para orgullo de la morlaquía, se ha posicionado en Cuenca como un espacio útil para la difusión de las artes visuales del mundo contemporáneo. Sus 23 años de vida deben servir, en consecuencia, para preservarla, depurarla y reestructurarla, en miras de que su influencia -como centro de irradiación de las artes en la región- sea efectiva en el circuito del arte contemporáneo.
Desde esta perspectiva, la sistematización de las experiencias pretéritas es urgente de realizar, pues la reestructuración de la Bienal de Cuenca no es tampoco un asunto en el que quienes son partícipes del proceso borran y van de nuevo, como dice el dicho popular de nuestra bella lengua de Castilla. Más allá del huracán de controversias que la bienal levanta, el debate es esencialmente bueno y debe servir –a fortiori- para que a los 23 años de la institucionalización del evento y a pesar de los graves problemas encontrados, lo podamos justipreciar acertadamente, con la necesaria alacridad mental, como quien busca los frutos de un árbol cultivado por mucho tiempo.
Así, el proceso de reestructuración que la Bienal de Cuenca se encuentra realizando en estas semanas es, para mí, como il ponto di arrivo e di partenza/ el punto de llegada y de partida para enrumbarla de mejor manera, después de una nefasta y nefanda época presidida por su último director ejecutivo vitalicio, René Cardoso Segarra.
Por ello, en mi opinión, la cosa más importante para garantizar que la reestructuración de la Bienal de Cuenca sea exitosa, es la elección de sus nuevas autoridades. La actual Ordenanza de la Fundación «Bienal de Cuenca» dice al respecto que los candidatos a la Dirección Ejecutiva de la Fundación son nominados por el Consejo Directivo de la Fundación Bienal de Cuenca y es el Alcalde de Cuenca, quien como presidente de la fundación, propone una terna para la elección del director ejecutivo.
Al existir tantos cuestionamientos ciudadanos hacia la Bienal de Cuenca y en un momento en el que se logró que los dirigentes que creían que sus cargos eran vitalicios salieran de la institución, ¿no sería mejor, que el proceso de elección pudiera ser más amplio para garantizar que el Consejo Directivo de la Fundación pueda contar con varias propuestas y candidatos, a fin de que la selección sea un verdadero proceso de encuentro del personaje más preparado para conducir a esta importante institución cultural de Cuenca y el país?
Por ello, al haber solicitado que se te envíen sugerencias acerca del proceso de elección del nuevo director ejecutivo de la Bienal de Cuenca, me permito plantear la siguiente propuesta: Que la Fundación Bienal de Cuenca decida convocar a un concurso de oposición y méritos para la Dirección Ejecutiva de la misma, con un llamamiento en los medios de comunicación impresos y virtuales, a que los profesionales interesados concursen bajo un pliego de requisitos, a fin de que se encuentre al mejor candidato que, por méritos y solvencia, pueda encarar los grandes desafíos que implican –a futuro- la dirección de la Bienal de Cuenca.
Sólo así, mutatis mutandis, cambiando lo que haya de cambiarse, este evento de Artes Visuales puede dar el primer paso para enfrentar esta nueva época de su historia institucional.
His cum affectibus tibi, Pax in Christus, Sacerdos semper vivens ad interpellandum pro nobis,
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
COMISIONADO PROVINCIAL DEL FIDEH AZUAY
Datum Concha, in scriptis et ex toto corde, apud flumina Tomebamba, in sollemnitate Paschali, mensis Aprilis, die XVII, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus decimus, in honorem urbis semper fidelis.
C.C. Dr. Paúl Granda López, Presidente de la Fundación Bienal de Cuenca
Diego Carrasco, Director Ejecutivo Encargado de la Bienal de Cuenca
El variopinto abanico de propuestas artísticas que se han mostrado en las diversas ediciones del certamen cada vez desconcierta a muchos y entusiasma a pocos. Incertidumbre, inseguridad, duda: esas son las reacciones de los visitantes. El público –sea dicha la verdad- no está capacitado para entender tales propuestas, lo que demuestra que la bienal no ha tenido –a pesar de sus dos décadas a cuestas- un rol educativo para la comunidad a la que, obligada está a servir.
Si ni siquiera cuando el evento mostraba exuberantes propuestas pictóricas hubo una adecuada formación al público para que comprendiese el arte moderno, ¿cómo entonces se puede pedir hoy que la gente entienda las nuevas propuestas de Artes Visuales que van desde la fotografía al arte digital, pasando por el vídeo y las instalaciones? En consecuencia, los públicos de la Bienal siguen siendo «elitistas» y el pueblo llano no asiste a ella, permaneciendo frente al arte contemporáneo in partibus infidelium/en lugar de infieles.
A estas alturas, se puede columbrar que 23 años de vida institucional no han posibilitado de ninguna manera una educación artística para la gente de la urbe y el certamen se vuelve un asunto de novelería cada vez que se lo inaugura, para luego –cual estrella de brillo intermitente- dejar de alumbrar hasta la siguiente edición del concurso.
Los procedimientos utilizados para elegir a los curadores han estado siempre a la zaga de lo que habría de esperarse con un actuar correcto. Por esto es que la selección de las delegaciones artísticas nacionales y regionales ha sido muchas veces cuestionada por su poca o nula representatividad y calidad.
No obstante y a pesar de este diagnóstico, supérstite los graves problemas internos que adolece, nadie niega que la Bienal de Cuenca es hoy el evento cultural más importante del país y, para orgullo de la morlaquía, se ha posicionado en Cuenca como un espacio útil para la difusión de las artes visuales del mundo contemporáneo. Sus 23 años de vida deben servir, en consecuencia, para preservarla, depurarla y reestructurarla, en miras de que su influencia -como centro de irradiación de las artes en la región- sea efectiva en el circuito del arte contemporáneo.
Desde esta perspectiva, la sistematización de las experiencias pretéritas es urgente de realizar, pues la reestructuración de la Bienal de Cuenca no es tampoco un asunto en el que quienes son partícipes del proceso borran y van de nuevo, como dice el dicho popular de nuestra bella lengua de Castilla. Más allá del huracán de controversias que la bienal levanta, el debate es esencialmente bueno y debe servir –a fortiori- para que a los 23 años de la institucionalización del evento y a pesar de los graves problemas encontrados, lo podamos justipreciar acertadamente, con la necesaria alacridad mental, como quien busca los frutos de un árbol cultivado por mucho tiempo.
Así, el proceso de reestructuración que la Bienal de Cuenca se encuentra realizando en estas semanas es, para mí, como il ponto di arrivo e di partenza/ el punto de llegada y de partida para enrumbarla de mejor manera, después de una nefasta y nefanda época presidida por su último director ejecutivo vitalicio, René Cardoso Segarra.
Por ello, en mi opinión, la cosa más importante para garantizar que la reestructuración de la Bienal de Cuenca sea exitosa, es la elección de sus nuevas autoridades. La actual Ordenanza de la Fundación «Bienal de Cuenca» dice al respecto que los candidatos a la Dirección Ejecutiva de la Fundación son nominados por el Consejo Directivo de la Fundación Bienal de Cuenca y es el Alcalde de Cuenca, quien como presidente de la fundación, propone una terna para la elección del director ejecutivo.
Al existir tantos cuestionamientos ciudadanos hacia la Bienal de Cuenca y en un momento en el que se logró que los dirigentes que creían que sus cargos eran vitalicios salieran de la institución, ¿no sería mejor, que el proceso de elección pudiera ser más amplio para garantizar que el Consejo Directivo de la Fundación pueda contar con varias propuestas y candidatos, a fin de que la selección sea un verdadero proceso de encuentro del personaje más preparado para conducir a esta importante institución cultural de Cuenca y el país?
Por ello, al haber solicitado que se te envíen sugerencias acerca del proceso de elección del nuevo director ejecutivo de la Bienal de Cuenca, me permito plantear la siguiente propuesta: Que la Fundación Bienal de Cuenca decida convocar a un concurso de oposición y méritos para la Dirección Ejecutiva de la misma, con un llamamiento en los medios de comunicación impresos y virtuales, a que los profesionales interesados concursen bajo un pliego de requisitos, a fin de que se encuentre al mejor candidato que, por méritos y solvencia, pueda encarar los grandes desafíos que implican –a futuro- la dirección de la Bienal de Cuenca.
Sólo así, mutatis mutandis, cambiando lo que haya de cambiarse, este evento de Artes Visuales puede dar el primer paso para enfrentar esta nueva época de su historia institucional.
His cum affectibus tibi, Pax in Christus, Sacerdos semper vivens ad interpellandum pro nobis,
DIEGO DEMETRIO ORELLANA
COMISIONADO PROVINCIAL DEL FIDEH AZUAY
Datum Concha, in scriptis et ex toto corde, apud flumina Tomebamba, in sollemnitate Paschali, mensis Aprilis, die XVII, Anno Dominicae Incarnationis bismillesimus decimus, in honorem urbis semper fidelis.
C.C. Dr. Paúl Granda López, Presidente de la Fundación Bienal de Cuenca
Diego Carrasco, Director Ejecutivo Encargado de la Bienal de Cuenca
Secretaría de la Bienal de Cuenca