In civitatis historia et adversum veritatis/ En la historia de la ciudad y en contra de la verdad, un nuevo libro pletórico de dislates y desbarros históricos circula inter nos cual engañifa que envuélvese en papel de seda, bajo el fachendoso mundo de las apariencias, simulando un relevante aporte bibliográfico que revístese de oropeles para representar un inadmisible bodrio que atibórrase de congratulaciones hipócritas, in ciberspatium, a fuer de las disparatadas imprecisiones y desatinos de su autor, René Eulogio Cardoso Segarra, quien, ad absurdum, escribe del Museo «Remigio Crespo Toral», al parecer, con penosos desconocimientos históricos, enmarañado en la incerteza de abstrusos datos y erráticas efemérides, tanto como inauditas confusiones de personajes históricos y una ausencia de rigor científico y metodológico que hacen del catastrófico trabajo investigativo un esperpento digno de baldón y oprobio, en ignominiosa afrenta contra Cuenca, lo que compélenos, pluma en ristre, para pergeñar una altiva crítica en defensa de la historia patria, amparados en el artículo 83 de la Constitución de la República in via iustitiae.
PARS PRIMA. Ab initio, ya desde el comienzo los dislates son estupefacientes como cuando en la página 20 René Eulogio Cardoso escribió la siguiente imprecisión histórica adversum veritatis: «1843: 15 de enero: Juan José Flores convoca a una nueva Asamblea Constituyente….». Lo que acábase de leer en rubicundas letras es falso de toda falsedad pues la verdad histórica es que no fue una ASAMBLEA CONSTITUYENTE sino una CONVENCIÓN NACIONAL. Hay una diferencia abismal entre las dos, pero René Eulogio Cardoso ni se percató de iure. Por otro lado, no es verdad, como equívocamente dice Cardoso, que el 15 de enero de 1843 Flores convocó una nueva asamblea constituyente. Lo que ese día acaeció fue la inauguración de la CONVENCIÓN NACIONAL confundida como ASAMBLEA CONSTITUYENTE por Cardoso. Dicha CONVENCIÓN NACIONAL convocóse en el año 1842 pues previamente al 15 de enero de 1843 debíanse determinar quiénes serían los delegados a la CONVENCIÓN por las diferentes provincias de la patria. Ningún historiador narró mejor este hecho histórico que Pedro Fermín Cevallos, quien -al historiar la convocatoria de la Convención Nacional- en 1842 y no en 1843, como dice Cardoso, señala in stricta veritas: «Colocado el Jefe de Estado en la dura alternativa de continuar administrando sin título de legitimidad o de convocar a una Convención Nacional para que afirmase el sistema representativo y decretase las reformas necesarias, parece que no debía vacilar en decidirse por esta última, con tanta más razón, cuanto que tenía en su apoyo el dictamen del Consejo de Gobierno, de la Corte Suprema y la opinión de una gran mayoría de ciudadanos respetables».
Mas el eminentísimo historiador jesuita, reverendissime pater Jorge Villalba, SJ, en su documentado libro «Juan José Flores, fundador de la república del Ecuador», en la página 412, escribió in scriptis: «Más de un historiador dice que este proyecto de constitución pretendía establecer un régimen republicano totalmente exótico… El Gobernador Don Vicente Rocafuerte salió elegido diputado por Manabí y Cuenca; prefirió la representación de Cuenca…». Esto pruébanos justamente que la convocatoria a la CONVENCIÓN NACIONAL hízosela en 1842 pues a priori tenían que determinarse cuáles iban a ser los diputados asistentes a dicha CONVENCIÓN NACIONAL DE 1843.
Siguiendo las luces del insigne hijo de San Ignacio de Loyola, fuente de sapiencia in historia nostra, transcríbese ad infra su texto sobre el 15 de enero de 1843, tristemente confundido por Cardoso Segarra. Léase pues al padre Jorge Villalba in veritatis splendor: «LA CONVENCIÓN DE 1843. El 15 de enero de 1843, el presidente Juan José Flores y treinta diputados, luego de asistir a la misa en la catedral, se dirigieron al Colegio de San Buenaventurta, junto al convento de San Francisco, a dar comienzo a la importante asamblea…». (CFR. Villalba, Jorge, SJ. El General Juan José Flores, fundador de la República del Ecuador, Biblioteca del Ejército Ecuatoriano, volumen 6, 1993).
Ad aperturam libri, nótase con claridad meridiana que el 15 de enero de 1843 se inauguró la CONVENCIÓN NACIONAL DE 1843 y de ninguna manera se convocó recién en ese día a una inexistente ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE, como erráticamente señala René Eulogio Cardoso Segarra. Bástenos que sea un benemérito historiador jesuita quien háyalo clarificado para tener la certeza de la verdad histórica a la que defendemos acriter et fideliter in via historiae.
ALTERA PARS. Pero Cardoso Segarra, de momento ad momentum, ensaya la fantasía con farragoso estilo y confunde un hecho histórico con la fábula. Así, el 8 de diciembre de 1845, fecha en la que promulgóse la IV Constitución de la República, conocida como la Constitución de Cuenca, Cardoso Segarra imaginó, ad absurdum, de manera pueril y fantasiosa, cómo habríase producido el acontecimiento, bajo la siguiente ensoñación que puédesela leer riddendo semper inter nos: «1845. 8 de diciembre. Cuenca amanece engalanada y con un fervor patriótico que se siente en la presencia de sus ciudadanos y en la curiosidad de quienes se han congregado desde tempranas horas en el parque central. Todas las miradas apuntan al edificio del Cabildo cuencano...». La verdad histórica es que ningún historiador de la época ha narrado si de veras los cuencanos fueron todos, en masa, expectantes a la Plaza Mayor porque ese día promulgábase la nueva constitución de Cuenca y elegíase a Vicente Ramón Roca como presidente de la república, luego de derribar al floreanismo y de derogar la Carta de la Esclavitud, que era la Constitución de 1843, la tercera de la patria, que catapultó a Flores a su desgracia in via calamitatis...
PARS TERTIA. Mas, si el punto precedente induce a carcajada, lo que hallamos enseguida mas bien cáusanos escalofrío y espasmo. Así, en la página 22 René Eulogio Cardoso escribió: «1851… Miguel Moreno Ordóñez. Se graduó de médico en 1876. En 1872, a la edad de 21 años, escribió, junto a Honorato Vázquez y Remigio Crespo, Sábados de Mayo…». Esto es una barbarie, primero porque la obra «SÁBADOS DE MAYO» es una compilación de poemas de Miguel Moreno y Honorato Vázquez y en ella nunca intervino Remigio Crespo Toral. En segundo lugar, el famoso libro publicóse por primera vez en 1877, por Andrés Cordero, lo cual echa al traste las aseveraciones de Cardoso que vuélvense imprecisas y carentes de veracidad a capite ad calcem.
QUARTA PARS. Pero las catastróficas imprecisiones históricas no quédanse allí y así, en la página 23 los lectores de este esperpento histórico encuentran una nueva barbaridad cuando René Eulogio Cardoso escribió sobre Dolores Veintemilla de Galindo un nuevo dato falsario. Leámoslo ad peddem litterae: «1857. 22 de mayo. Se suicida la poeta quiteña radicada en Cuenca, Dolores Veintemilla Carrión, quien fue acosada por el fanatismo conservador de un sector de la sociedad cuencana – entre ellos Fray Vicente Solano- que se ensañó en una campaña de agresiones públicas…». Todo lo transcrito en rubicundas letras es falso pues la desgraciada poetisa se suicidó un día antes de lo que señala Cardoso, la noche del 21 de mayo de 1857, como lo consignan todos sus biográfos más serios, entre ellos, Ricardo Márquez Tapia, quien en su famoso libro «LA SAFO ECUATORIANA», publicado en 1965, demuestra documentadamente que el benemérito padre Solano no fue el causante de su suicidio sino mas bien el canónigo Ignacio Marchán. El mito de que Fray Vicente Solano fue el causante de los agravios a Dolores fue totalmente derribado por Márquez Tapia, quien demostró con lujo de detalles que Solano jamás escribió nada en contra de la poetisa en su periódico La Escoba, que circulaba regularmente alrededor de 1857. Justamente, Márquez Tapia hace notar que fue Ignacio Marchán, un fanático presbítero de mediocre talante, quien ensañóse hasta la crueldad con la pobre mujer llevándola al sumo sacrificio. Para la mañana del 22 de mayo, Dolores Veintemilla de Galindo fue encontrada muerta en su habitación, junto a una carta a su madre y el poema «La noche y mi dolor», creado como epitafio de tan fatídica y monstruosa muerte ad vitam aeternam et super flumina Tomebamba.
PARS QUINTA. Otro estupefaciente yerro encuéntrase en la página 26 de esta calamitosa obra ENTRE DOS SIGLOS, cuando Cardoso Segarra consignó in scriptis: «1864. 30 de enero. Se funda el colegio nacional San Luis, habiendo sido su primer rector Juan Bautista Vázquez. A partir de 1910 pasó a llamarse Benigno Malo». Esto es parcialmente falso y en el errático texto cardosiano envuélvese una imperdonable imprecisión pues este instituto educativo no fue fundado con el nombre de San Luis. Era únicamente el Colegio Nacional de Cuenca desde 1864 hasta 1869. En 1869, cuando el colegio pasa a ser administrado por los jesuitas, en su segunda llegada a Cuenca, los beneméritos hijos de San Ignacio de Loyola deciden bautizarlo con el nombre de San Luis, en honor de SAN LUIS GONZAGA, santo jesuita que era considerado como patrono de la juventud. Todos los historiadores jesuitas de la patria sabemos, in stricta iustitia, que este epónimo nombre de San Luis fue el distintivo jesuítico para tal institución educativa puesto que previo a que los padres de la Compañía de Jesús, los jesuitas, llegaran a la urbe en el siglo XIX; es decir, antes de 1869, no había razón alguna para que Juan Bautista Vázquez hubiera pensado fundar al Colegio Nacional de Cuenca con tal nombre. La égida de los jesuitas en el siglo XIX, en la capital de la morlaquía, destella tintineante en el nombre de San Luis Gonzaga como patrono de aquél colegio que sería el cenáculo del saber, donde los padres de la Compañía de Jesús enseñaron a la juventud cuencana hasta 1876 cuando dejan de administrar la institución educativa que, no obstante, conservó el nombre de San Luis hasta el año 1910 cuando en verdad rebautízase como colegio Benigno Malo, siendo este dato el único que acierta René Eulogio Cardoso in veritatis honorem.
SEXTA PARS. En la página 27, Cardoso Segarra incurrió en otro irredimible yerro cuando escribió la siguiente falacia adversum veritatis: «1868. 1 de enero. Se instala la Corporación Universitaria. Su primer rector es Benigno Malo Valdivieso. Las facultades con las que se inicia son las de Jurisprudencia y Medicina…». Sin embargo, nótase una negligencia investigativa en este trabajo de Cardoso pues no fueron dos sino cuatro las facultades con las que el alma mater cuencana nació: Jurisprudencia, Medicina y Farmacia, Filosofía y Literatura y Teología. En el libro primero de actas de la Universidad de Cuenca regístrase que el decano de Jurisprudencia fue Mariano Cueva, el de Medicina Agustín Cueva, el de Filosofía José Manuel Rodríguez Parra y el de Teología Mariano Veintemilla. A Cardoso le faltó agregar la Facultad de Filosofía y la Facultad de Teología como entes primigenios de la naciente Universidad de Cuenca en el año del Señor de 1868. Habíase determinado, además, que cada facultad tendría colores identitarios: blanco y azul para Teología, rojo y azul para Jurisprudencia, amarillo y azul con estrellas para Medicina y los colores del pabellón nacional de 1868 para Filosofía. Los datos consígnanse, in veritatis honorem, en el primer libro de actas de la Corporación Universitaria, de 1868.
PARS SEPTIMA. Los lectores llegan a la página 29 y encuéntranse con otra barbaridad salida de la negligente pluma de René Eulogio Cardoso cuando el susodicho escribió la siguiente imprecisión que copiámosla in extenso: «1872. 2 de agosto. Llega a Cuenca el historiador Federico González Suárez, quien permanecerá en la ciudad hasta 1883…». Esto es completamente falso y no puédeselo aceptar desde ningún punto de vista. Es en el LIBRO DE LAS BODAS DE DIAMANTE DEL COLEGIO RAFAEL BORJA donde puédese comprobar que lo que asevera Cardoso es una inverecunda falacia. El siguiente texto de dicha obra histórica dice así in veritatis honorem: «…De las investigaciones realizadas en el Archivo Histórico de la Compañía de Jesús en Quito determínase que el padre jesuita Miguel Franco, italiano, tuvo dos hermanos carnales que hiciéronse también jesuitas y llamábanse Segundo y José. En 1869 llega a Cuenca con los padres Capelleti, matemático y astrónomo; Gangoeti, (futuro director del Observatorio Astronómico de la Habana en 1922); Roberto Sosa; Antonio y Miguel Garcés, Jacinto Barrenechea y Emilio Mogollón. También, el benemérito padre Miguel Franco, SJ, llegó a la urbe cuencana con los novicios: Federico González Suárez, Abelardo Moncayo y Emilio Chiriboga. Al hacerse cargo del colegio nacional estableció las diversas enseñanzas de dicho establecimiento, el cual adscribióse, además, al antiguo seminario conciliar de Cuenca, funcionando en su casa y con el servicio religioso de la iglesia de la Compañía de Jesús, templo que la curia diocesana de Cuenca volvió a entregar a los jesuitas, quienes habíanlo abandonado desde el 25 de agosto de 1767, cuando los padres de la Compañía de Jesús fueron expulsados de la Real Audiencia de Quito por la Pragmática Sanción del rey Carlos III, que los deportó de todas las colonias españolas. Ciertamente, en Cuenca, la Pragmática Sanción ejecutóse en ese fatídico día: 25 de agosto de 1767. Los beneméritos padres jesuitas, al retornar a Cuenca, luego de 102 años, decidieron bautizar al Colegio Nacional con el nombre de San Luis, en honor de San Luis Gonzaga, santo jesuita al que la Iglesia Católica ha declarádolo como patrono de la juventud...» (Cfr. Libro de las Bodas de Diamante del colegio Rafael Borja, Cuenca, 2012).
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mecenas de González Suárez
La verdad histórica señala que en 1872 González Suárez salió de la Compañía de Jesús pretendiendo cuidar a su madre, quien vivía sola y valetudinaria en Quito. Había permanecido dentro de la orden jesuita por espacio de 10 años y abandonó la Compañía de Jesús a los 28 años de edad, no habiéndose ordenado aún de presbítero ab intra Societatis Iesu. Era el año 1872 y habíase radicado en Cuenca tres años antes. Pero monseñor Remigio Estevez de Toral decidió apoyarlo para que quedárase en nuestra urbe estudiando en el seminario diocesano y gracias al célebre purpurado tuvimos el honor de que el futuro historiador de la república viviera en la capital de la morlaquía. Ad interim, en 1878, fue elegido como diputado del Azuay a la Convención de Ambato y publicó sus Estudios Históricos de los Cañaris. En Cuenca recibió el orden sacerdotal y permaneció hasta 1883 cuando, finalmente, ya como canónigo honorario de la catedral de Cuenca, partió para cuidar a su venerada progenitora in quitense urbe dejando a Cuenca para siempre in historia aequatorianae.
OCTAVA PARS. Las desubicaciones históricas de Cardoso Segarra no quédanse allí y en la página 41 consignó otro errático dato afirmando adversum veritatis la siguiente equivocación que cópiasela in extenso: «1893. Se crea la Escuela de Pintura, cuyo primer director es designado el pintor español Tomás Povedano y de Arcos». Esto es monstruosamente falso, más allá de la farragosa redacción, pues la Escuela de Pintura de Cuenca fue fundada el 12 de octubre de 1892, un año antes de lo que indica René Eulogio Cardoso. Esta fecha no es difícil de recordar, en la memoria de los historiadores, porque la Escuela de Pintura de Cuenca fúndase como uno de los actos conmemorativos con los que la ciudad celebró el IV centenario del Descubrimiento de América y desde su Concejo Municipal habíase determinado que la dicha escuela inauguraríase con una exposición pictórica donde entregóse el hermoso retrato de Fray Vicente Solano realizado por el primer director del establecimiento, Tomás Povedano de Arcos, cuyo nombre también fue alterado por Cardoso, como puédese leer ut supra en la rubicunda nota con la que regístrase el tremebundo yerro cardosiano in calamitatis honorem.
Huelga decir que ya en 1888 habíase expedido el decreto legislativo para esta fundación que fue gestionada por el Concejo Municipal de Cuenca. Ad effectum videndi, ese decreto fue premonitorio para que Povedano llegara a Cuenca pues en la segunda cláusula prescribía que «la dirección del establecimiento de pintura no podía sino confiarse a un profesor europeo para conseguir el deseoso provecho ya que solo él sería capaz de fundar lo que propiamente se llama una escuela de pintura». Para evitar el tremebundo yerro cardosiano hubiese bastado con leer la referencia sobre la inauguración de esta Escuela de Pintura en la Revista Científica y Literaria de la Universidad del Azuay. Número extraordinario Centenario de Colón. Diciembre 1892. Año 2. no 21. p. 288.
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Hic et nunc, confidenciemos inter nos que la causa por la que jamás olvidamos -en nuestra memoria- este magnificente acontecimiento de Cuenca débese al curioso hecho de que Povedano tiene uno de los nombres de pila más largos que hemos conocido en nuestras investigaciones históricas, ya extensas in vita nostra, pues el egregio artista fue bautizado con el nombre de TOMÁS PEDRO MARÍA ARACELI POMPOSO DE JESÚS EN LA COLUMNA POVEDANO DE ARCOS in nostra Sancta Mater Ecclesia. Este inolvidable artista de gigantesco nombre llegó a Cuenca, en 1892, justamente porque debía estar presente en los actos de la celebración del IV centenario del Descubrimiento de América, como parte de las relaciones entre nuestra urbe y la madre patria España.
PARS NONA. Mas la obra ENTRE DOS SIGLOS aún contiene barbaridades infames adversum veritatis o en contra de la verdad. Ergo, las confusiones de personajes históricos son temerarias y estúpidas. Ad exemplum, en la página 43 los lectores de la publicación quédanse patidifusos con un yerro de René Eulogio Cardoso Segarra que, ad absurdum, deviénese en escalofriante por la bárbara tergiversación de un personaje de nuestra historia. Pero léase la falsaria aseveración de Cardoso para dimensionar el calibre del ridículo gazapo in via historiae: «1899. 20 de enero. Fallece el hermano redentorista alemán Juan Sthiele, constructor de varias edificaciones para la ciudad, una de cuyas obras emblemáticas es la catedral de la Inmaculada de Cuenca que comenzó a ser levantada en 1885, por iniciativa del canónigo Víctor J. Cuesta». Lo que acábase de leer en letras rojas es causa de estupefacción y espasmo puesto que la aseveración es falsa y disparatada a más no poder. Y lo es porque el canónigo Víctor J. Cuesta nació en 1878 y si fuera cierto lo que Eulogio Cardoso afirma entenderíase que en 1885 el doctor Cuesta tenía apenas 7 años. ¿Cómo podría haber tenido, siendo un infante, la iniciativa de construir la Catedral de Cuenca…? Es evidente que Cardoso Segarra confunde, a la maldita sea, a los personajes históricos de nuestra urbe cuencana, pues la iniciativa de la construcción de la catedral cuencana es de monseñor Miguel León y Garrido, quien ha sido confundido con el ilustre canónigo Víctor J. Cuesta, quien ni siquiera como niño prodigio hubiere podido tener la iniciativa de levantar el templo catedralicio de la Ciudad Eucarística y Mariana. Y justamente por este tipo de yerros es que afirmamos, con ataraxia y firmeza, que la obra intitulada ENTRE DOS SIGLOS, de autoría de René Eulogio Cardoso, fue realizada sin ningún rigor científico y metodológica in veritatis honorem super flumina Tomebamba.
DECIMA PARS. Los lectores llegan al siglo XX y las infamias en contra de la historia continúan. Así, exempli gratia, en la página 53 hay un dato que espeluzna a maximis cuando René Eulogio Cardoso escribió: «1914. Se coloca la primera piedra del edificio para la Universidad de Cuenca, actual Corte Superior de Justicia. Diseño del arquitecto Francisco Espinosa Acevedo y modificado ligeramente por el doctor Octavio Cordero Palacios…». Esto es absolutamente falso puesto que en el libro de actas de la Junta Administrativa Universitaria, que abarca los años 1916 – 1920, se registró una información que cópiasela ex integro in veritatis via: «En 1920, -seis años después de lo que asevera Cardoso-, se comienza la construcción de la casona universitaria en el sitio que la familia del finado Dr. Ullauri tiene en la esquina de la Plaza Abdón Calderón autorizando al señor rector atienda las particularidades pertinentes al juicio de despropio…». Y este dato confírmase como absolutamente cierto pues en el año 1914 ese sitio era completamente vacío, según la fotohistoria cuencana de la época, lo que permitía ver el predio que perteneció al distinguido liberal cuencano, doctor Gabriel Arsenio Ullauri, terreno que para 1920 era de sus herederos y por eso hubo que hacer un juicio de expropiación para poder levantar allí la casona universitaria, la cual era un viejo sueño de las autoridades universitarias desde que ejerciera el rectorado el gran historiador cuencano Alfonso María Borrero. Cabe indicar, además, que el predio donde levantóse el magnificente edificio, hoy convertido en Corte Superior de Justicia, no solo albergaba lo que fuera del doctor Gabriel Arsenio Ullauri sino que la Universidad de Cuenca fue ampliando el área para poder contar con el espacio suficiente que permitía proyectar el enorme palacio universitario ad futuram rei memorian in urbe nostra. Pero Cardoso Segarra despístase de todo detalle que hubiera podido clarificar sus yerros por la ausencia de rigor científico y metodológico en su malhadada investigación histórica intitulada ENTRE DOS SIGLOS in via calamitatis.
PARS DECIMA AC PRIMA. Y como abyssus abyssum invocat/ El abismo clama al abismo, los estupefacientes yerros de Cardoso Segarra van desfilando de tumbo en tumbo con rocambolesco efecto para producir estupefacción in anima nostra. Así, los lectores vuelven a leer otro desafuero cuando en la página 60 escribió: «1919. 19 de julio. Se gradúa en la Universidad del Azuay Matilde Hidalgo Navarro de Procel, como la primera licenciada en Medicina…». Esta información es imprecisa, a capite ad calcem, porque en el libro de actas de la Junta Administrativa Universitaria, que abarca los años 1916 – 1920, consígnase que es en febrero de 1919 cuando se conoce la solicitud de la señorita Matilde Hidalgo para que se le exonere de los derechos de Licenciada en Medicina por haber sido dispensada de dicha cuota. Nótese que para entonces, en ese año 1919, aún no estaba casada con el señor Procel y por ello en las referidas actas universitarias nomínasela únicamente como la señorita Matilde Hidalgo in stricta veritas.
DECIMA AC SECUNDA PARS. Pero tal como si Cardoso Segarra cayérase a la sima del vacío -desde el abismal farallón de los desconocimientos históricos- en la página 64 incurre en otro estrepitoso y errático entuerto cuando dice in scriptis: «1922. Por petición de historiadores cuencanos, el parque central llamado Coronel Luis Vargas Torres, cambia su nombre por el del héroe cuencano de la Batalla de Pichincha, Abdón Calderón». Esta aseveración eulogiana en Cardoso Segarra es falsa si hemos de confrontar vis a vis lo que escribióse en las actas de la Junta Administrativa Universitaria del año 1920, dato ya citado líneas arriba, en el punto nominado como DECIMA PARS in nostra amata lingua latina. No obstante, trasnscribímoslo de nuevo hic et nunc: «En 1920 se comienza la construcción de la casona universitaria en el sitio que la familia del finado Dr. Ullauri tiene en la esquina de la Plaza Abdón Calderón autorizando al señor rector atienda las particularidades pertinentes al juicio de despropio…». Quod erat demonstrandum, como puédese ver: este documento histórico da cuenta de que ya en el año del centenario de la Independencia de Cuenca, en 1920, la plaza central de Cuenca era conocida como Abdón Calderón, por lo que jamás podríase aceptar que desde 1922 rebautizárasela con tal nombre, como dice erráticamente Cardoso Segarra. Desde nuestra condición historiadora es lógico columbrar que es alrededor del PRIMER CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DE CUENCA, en 1920, cuando la Junta Conmemorativa del Centenario habrá dispuesto tal cambio de nombre en consideración de que la antigua Plaza de Armas de Cuenca debía mejor tener como patrono a un prócer de la Independencia nacido en estos lares y por eso el bautizo del parque como Abdón Calderón ya era un hecho que recógese in scriptis en las referidas actas de la Junta Admninistrativa Universitaria, como hémoslo demostrado in veritatis honorem.
PARS DECIMA AC TERTIA. Pero el despeñadero de los errores de Cardoso baja aún más al abismo de las huestes infernales en la misma página 64 cuando consígnase un nuevo dato errático que pudo háberselo evitado dándose una vuelta por el edificio de la Alcaldía de Cuenca, en la calle Bolívar y Borrero. Leamos pues, in stricta veritas, el nuevo disparate de René Eulogio Cardoso: «1922. El arquitecto quiteño Luis Felipe Donoso Barba planifica el nuevo edificio para el Banco del Azuay, cuya construcción se concluye en 1926». No obstante, hay un peculiar detalle decorativo de Donoso y Barba en esta magnificente edificación, que hoy es la sede de la Alcaldía de Cuenca, para echar al traste con el cardosiano dislate in calamitatis aspectibus. Nos referimos al hecho de que ese hermoso edificio, ícono del afrancesamiento cuencano, tiene en sus dos vértices de la calle Borrero y de la calle Bolívar, in nostra lingua latina semper amata, los años de inicio y conclusión del esplendoroso palacio. Así, en el vértice de la calle Bolívar, como apréciase en la fotografía que capitula este parágrafo, léese claramente en números romanos: MCMXXVII, lo que quiere decir que fue en 1927 y jamás en 1926, como erráticamente dice Cardoso, que esta edificación concluyóse para la admiración y el encanto de los viandantes y circunstantes que contémplanla extasiados de admiración superlativa in splendore magno in historia nostra sicut magnum gaudium in Galia semper sempiterna.

PARS DECIMA AC QUINTA. En la página 65 sorprende que un hecho fáctico de la historia cuencana no haya podídoselo ubicar con precisión por Cardoso, dejándolo como una difusa probabilidad del año 1925. Bastaba consultar El Mercurio para referenciarlo in stricta veritas. Refiérese a la inauguración del puente del Centenario y la farragosa redacción cardosiana déjala en las nebulosas in aeternum, como léeselo enseguida riddendo semper inter nos: «1925. Posiblemente en noviembre y una vez corregidos los errores que llevaron al colapso del anterior puente, entra a servicio el puente del Centenario, luego de cinco años de su pretendida inauguración, que se debía haber realizado con motivo del centenariuo de la independencia de la ciudad».
DECIMA AC SEXTA PARS. Son sorprendentes, ad summum, las confusiones de personajes históricos que inficiónanse ab intra como viruses, a millares surgir, dentro de la obra. Y así, en la página 80 nuevamente Cardoso Segarra confúndese con un personaje histórico en un yerro eulogiano que chispea y trastabíllase de hilaridad in culturalis aspectibus. Léase pues el cantinflesco ex abrupto: «1938. Inicia sus labores el Conservatorio de Música José María Rodríguez… Luis Moreno Mora fue su primer director». Lo que consígnase subrayado en rojo es falso de toda falsedad puesto que Luis Moreno Mora fue el PRIMER ALCALDE DE CUENCA y nada tuvo que ver con la historia musical de la capital de la morlaquía, en donde destelló como intelectual de vieja solera y prestancia in culturalis vita. Cardoso confundió a LUIS MORENO MORA con SEGUNDO LUIS MORENO, quien fue el primer director del conservatorio José María Rodríguez. SEGUNDO LUIS MORENO era compositor y musicólogo, de los más destacados en la esfera musical de la patria, por lo que vuélvese estupefaciente contemplar que háyaselo confundido con el primer alcalde de Cuenca, LUIS MORENO MORA, quien fue mas bien el culto burgomaestre que fundó el Museo Remigio Crespo Toral que en este libro ha sido profanado por los graves yerros históricos de Cardoso Segarra adversum veritatis et contra dignitatis.
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PARS DECIMA AC SEPTIMA. En la página 80 lo que pudiere parecer un error de cálculo matemático transfórmase en un grave error historiográfico que devela la falta de rigor científico y metodológico de la cardosiana publicación de marras. Ergo, Cardoso Segarra escribió ad absurdum: «1937. 27 de diciembre. Fallece en Quito José Peralta, a la edad de 52 años». Esto no es verdad puesto que si considérase que Peralta nació en 1855 es evidente que a la hora de su muerte, en 1937, no tenía 52 años. In stricta veritas tenía 82 años…. Pero el desatinado y estúpido yerro exígenos silencio inter nos, in via intelligentiae... Sin comentarios ad concludendi in via historiae.
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DECIMA AC OCTAVA PARS. Pero Cardoso Segarra ni siquiera al momento de historiar la hora de la muerte de Remigio Crespo Toral pudo dejar, a la vera de este tortuoso camino historiográfico, sus despistes y desubicaciones históricas in calamitatis honorem. Y así, en la página 82 escribió el siguiente hilarante texto que por chocarrero invítanos a reír ad concludendi in vita communitatis: «1939. 8 de julio. Fallece Remigio Crespo Toral a la edad de 79 años… Su cadáver fue inhumado en la cripta de la Catedral Nueva tres días después y allí reposan sus restos junto a los de los hombres más notables de Cuenca». Sólo dígase, hic et nunc et solus cum animus corrigendi, que lo que acabamos de leer es algo absurdo y ridículo in honorem stultitiae. Y lo es puesto que en 1939 la cripta del templo catedralicio de Cuenca no estaba en funciones ya que la fábrica de la catedral de la Inmaculada aún no concluíase. 28 años después de la muerte de Crespo Toral, en 1967, este magnificente templo de Cuenca fue consagrado in sacris, por el eminentísimo cardenal Julius Doephner, enviado del papa Paulo VI; y la cripta empezó a funcionar como cementerio exclusivo de la Arquidiócesis de Cuenca desde aquél entonces, por lo que la verdad histórica señala que solo después de 1967 los restos mortales de Remigio Crespo Toral fueron trasladados a dicho lugar, como lo fueron también algunos restos de otros personajes como Fray Vicente Solano, verbi gratia. Lo que sábese, in historia civitatis o en la historia de la ciudad, es que Remigio Crespo Toral fue enterrado en el cementerio patrimonial de Cuenca y allí permaneció hasta cuando la cripta de la catedral empezó a cumplir su rol de cementerio, por lo que los restos del distinguido vate cuencano fueron a parar en dicho lugar después del 28 de mayo de 1967 cuando el templo catedralicio de Cuenca entró a funcionar como iglesia mayor de Cuenca in nostra Sancta Mater Ecclesia.
EST TEMPUS CONCLUDENDI/ ES TIEMPO YA DE CONCLUIR y así dígase que los precedentes análisis de los catastróficos errores históricos de la obra ENTRE DOS SIGLOS, de René Eulogio Cardoso Segarra, muéstrannos in claritatis honorem que esta obra no es un aporte bibliográfico a la historia de Cuenca, la cual ha sido nuevamente atropellada de manera infame. En los créditos de la publicación consígnase que hubo un corrector de estilo: Rodrigo Aguilar Orejuela, periodista esmeraldeño que ya ha demostrado en otras ocasiones sus desconocimientos históricos de la capital de la morlaquía, tanto como inopia y falta de profesionalismo in via historiae, por lo que nótase que no pudo ayudar en nada para evitar estos ruinosos y horrendos errores cardosianos in culturalis res, adversum veritatis et contra dignitatis in historia civitatis.
Cualquier lector sensato de nuestras publicaciones, en este espacio de CRÍTICA Y OPINIÓN CULTURAL, habrá de colegir que en nuestra intención, desde la labor de crítica cultural que venimos haciendo durante toda nuestra existencia, subyace un ANIMUS CORRIGENDI EN DEFENSA DE LA HISTORIA DE LA CIUDAD AMADA, la cual no tiene derecho de que cada vez, de momento ad momentum, sea ofendida, ultrajada y vilipendiada con publicaciones que alteran, transforman y deforman el «sensus vero» o «verdadero sentido» de los hechos fácticos en los fastos de la historia comarcana. Además, en esta labor estamos amparados en el artículo 95 de la Carta Magna de la república del Ecuador. Por respeto a la urbe y a los lectores de este esperpento historiográfico intitulado ENTRE DOS SIGLOS deberíase pedir disculpas públicas CORAM POPULO, por parte de René Eulogio Cardoso Segarra, y publicar una FE DE ERRATAS in honorem dignitatis in historia civitatis et in via veritatis ad omnes gentes qui transitis per via, apud flumina Tomebamba in patria nostra, quosque habemus lux claritatis in historiae aspectibus et in veritatis honorem hodie et nunc et semper sicut fratres in unum in via lucis.
ABOGADO DIEGO DEMETRIO ORELLANA
In conchense urbe, super flumina Tomebamba, mensis Iulii, die quintus, reparata salute Anno Dominicae Incarnationis MMXXV, vesperas XIV Dominica per annum.
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